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La sucesora de Tamara Rojo: «No soy tan ambiciosa como ella»

Laura Morera triunfa con «El Cascanueces», que se estrena hoy en cines
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Pocas veces un anuncio tan importante causó tan poca sorpresa como el nombramiento de Tamara Rojo como nueva directora artística del English National Ballet (ENB). Tomó posesión del cargo en septiembre de 2012, pero había estado rumiando el salto durante años. «Los puestos de directivos son limitados. Es una decisión de carrera muy insegura. Pero se ha convertido en mi pasión», recalcaba ya en 2009 al rotativo «The Guardian». Con su partida, el Royal Ballet quedó como huérfano, pero ahora tienen a Laura Morera como nueva musa. Españolas, con apenas tres años de diferencia y con unas representaciones que se llevan todos los halagos de la crítica. Las similitudes podrían llegar a poner nerviosos a los directivos del Covent Garden, pero esta vez no hay por qué alarmarse. No habrá fuga. «Como bailarina nací en el Royal y acabaré en el Royal», asegura Morera en una entrevista con LA RAZÓN. Mientras que Rojo siempre se dejó querer por la ENB –al fin y al cabo, fue la primera compañía con la que bailó después de salir de España en 1996, y con la que siguió manteniendo contacto durante su época en Covent Garden–, el vínculo de Morera con la Royal es completamente diferente. Llegó a la escuela con apenas 11 años, por lo que su lealtad no puede estar más arraigada.
Pero el destino siempre te lleva por caminos insospechados, así que tantearla con la posibilidad de seguir los pasos de su ya ex compañera era pregunta obligada. «Es un reto que no está hecho para mí. Nunca se sabe, pero no es una ambición. Tamara sí tenía esa ambición y para ser director de una compañía tienes que quererlo. Ella lo ha hecho y estoy segura de que va a tener éxito», recalca la que es bailarina principal desde 2007.
Profesora antes que directora
Su futuro –lejano, porque «aún me queda aquí un largo recorrido»– se encuadra más bien como profesora en «Dance Tours International», la escuela que ha montado su marido, el australiano y también bailarín Justin Meissner. «Como bailarina debes enfrentarte cada día a cosas que no te gustan de ti misma. Por eso, lo que más me atrae para el día de mañana es pasar lo que ya he aprendido y recalcar a los alumnos que ser distinto es algo bueno, algo positivo», señala. «Al ser directora de una compañía tienes que decir que no muchas veces y parar los sueños de mucha gente. Y eso es algo para lo que no estoy capacitada».
Rojo, sin embargo, tiene otra manera de ser. Ha llegado como un soplo de aire fresco a la ENB. Pero, a pesar de las críticas que está recibiendo por su buen hacer, se enfrenta a los fantasmas que siempre han ensombrecido el Coliseum: un repertorio limitado, un presupuesto ajustado (en los últimos tres años se ha sufrido una reducción del 15%) y producciones del Covent Garden como la de «El Cascanueces», a las que es difícil hacer competencia. Sobre todo, desde que el Royal ha decidido ampliar aún más su público retransmitiendo en riguroso directo la función en más de 2.000 salas de cine de 40 países repartidas en todo el mundo.
En España, el clásico navideño se podrá ver hoy en casi un centenar de pantallas. A priori, la idea de ofrecer un arte asociado a la élite mientras se comen palomitas podría ser incluso considerado blasfemia. Pero la experiencia gana cada día más adeptos, hasta el punto de que en Reino Unido, las proyecciones han llegado a cosechar más audiencia que el mismísimo agente 007. El público español es el tercero más numeroso en el mundo, sólo por detrás del británico y el francés. En lo que va de temporada, se han vendido más de 10.000 entradas. La representación de esta noche está basada en la versión de Peter Wright sobre la coreografía original de Lev Ivanov y cuenta con la partitura de Tchaikovsky. Incluye, entre otras novedades, el árbol del primer acto. Según el director artístico, Kevin O'Hare, «es más grande que nunca».
En España, sólo como invitada
El ballet, basado en un cuento del alemán E.T.A. Hoffman, recrea la tradición de una noche de Navidad del siglo XIX, cuando los juguetes de Clara (interpretada por Francesca Hayward), cobran vida en una aventura romántica guiada por su favorito, el soldado cascanueces, que tras luchar contra un ejército de ratones, la lleva al palacio del Hada de Azúcar, a la que da vida Morera. El estreno en la capital británica fue el pasado miércoles. Como ya es tradición, se colgó el cartel de todo vendido. Las críticas se rindieron a los pies de la española. «Ella es una bailarina musical inteligente que pule los detalles de la coreografía», escribía «The Independent».
Modesta, ella prefiere hablar del «éxito de todos. Siento pasión por el Royal. Todo el mundo se involucra para crear la historia. Se produce una magia especial. Cuando hacemos grandes clásicos como éste, todo el mundo se integra, cada uno de los bailarines complementa perfectamente a los principales. Mucha gente que admiro está aquí; no me imagino en otro sitio», recalca. Pese a su larga trayectoria, el escenario del Covent Garden aún le da la oportunidad de hacer cosas por primera vez, como interpretar a Giselle. Su debut tendrá lugar el 30 de enero en la capital británica. En definitiva, se siente en casa, aunque eso no significa que cierre las puertas a bailar como invitada en otros sitios, entre ellos España.
Las publicaciones más reputadas se preguntan cómo es posible que nuestro país produzca tantos bailarines de «tan altísimo nivel técnico e interpretativo» repartidos en las compañías más prestigiosas del mundo y aún no haya logrado «mostrar una compañía de ballet clásico de renombre». Cuando se le expone la radiografía, Morera asegura que «en Reino Unido, están donde están porque llevan años poniendo sudor, energía y dinero, pero España sólo está empezando. Bailarines como Ángel Corella deberían tener más apoyo, pero el cambio no va a ser de la noche a la mañana. Se necesita aún mucha inversión y para eso el ballet debe llegar a ser una prioridad. Pero no es algo imposible. Se puede llegar a conseguir», apunta. Con todo, su retirada no la hará regresar a casa. Ella se ve viviendo en Tailandia. «¿Para cuándo el gran viaje?», pregunto. «Una vez que ya no disfrute será el momento de parar. Pero todavía no ha llegado. Y nunca voy a estar preparada para dejar el espectáculo, a menos que el sacrificio sea mayor que el beneficio que recibo». Queda, por tanto, mucho que hacer. Pero ni siquiera cuando el telón caiga por última vez y colgará las puntas de ballet.