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La tragedia de la súper modelo

Se la comparó con la Venus de Milo y protagonizó cuatro películas de cine mudo. Audrey Munson, musa también de artistas, fue la primera actriz que se desnudó en el cine. Sin embargo, su vida se torció y fue recluida en un manicomio durante 65 años. Murió olvidada
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Audrey Munson, musa también de artistas, fue la primera actriz que se desnudó en el cine. Sin embargo, su vida se torció y fue recluida en un manicomio durante 65 años. Murió olvidada
De muy niña, no tendría más de cinco o seis años, una adivinadora le leyó la mano y le vino a decir algo como esto: «Tendrás fama y alcanzarás la gloria en tu juventud, pero cuando el tiempo pase vendrán la ruina y el olvido y nunca hallarás el amor verdadero». Demoledor. Ella era apenas una cría con ganas de jugar. ¿Cómo iba a pensar que, con toda la vida por delante, aquel vaticinio se cumpliría? Audrey Munson nació en 1891 en Nueva York un 8 de junio. Era géminis y vivió 105 años. Al cumplir los ocho sus padres se divorciaron y ella se marchó a vivir con su madre. A ella la acompañaba cuando iba vendiendo de puerta en puerta. Una mañana, mientras caminaba por el centro de Nueva York, un fotógrafo llamado Ralph Draper se fijó en ella como posible modelo para un amigo escultor llamado Isidore Konti, al que le llovían los encargos. Había cumplido los 15 y su belleza era singular, pues sin ser espectacularmente guapa poseía la belleza de una venus, como así fue bautizada, y las medidas que la llevarían a convertirse en la primera súper modelo de la historia. Y también la que llevaría una existencia más trágica.
Para la época resultaba altísima con sus 1,77 y llamaban la atención sus rasgos clásicos, su nariz, sus pómulos, la manera que tenía de posar. «La chica de Manhattan» la bautizaron. Posó una y otra vez y su figura adorna quince de las esculturas que se pueden ver por la ciudad de Nueva York. Munson en granito, en bronce, con una pátina dorada, en la Biblioteca Pública de Nueva York, en el ingreso al puente de Manhattan, en Columbus Circle o en lo alto de la Fuente Pulitzer. En la cúpula de la alcaldía, en el sur de Manhattan, está la mayor de ellas de 7,6 metros de altura, la segunda más grande tras la de «Miss Liberty». Fue modelo del padre de Alexander Calder, Alexander Stirling Calder, en 1915 y Francis Picabia la inmortalizó en sus cuadros (ella fue la cubista «Udnie. Young American Girl», pintado en 1914, durante la estancia neoyorquina del artista). Su rostro aparecía impreso en carteles, dibujos, anuncios publicitarios e incluso en las monedas de la época, en las más pequeñas. Munson, con poco más de veinte años, tenía el universo literalmente a sus pies. ¿Cómo no probar fortuna en el cine? El mudo despuntaba y ella fue elegida para protagonizar cuatro cintas. Se convirtió en la primera mujer en aparecer desnuda en una cinta por motivos puramente artísticos. El papel que protagonizaba era siempre el mismo: la modelo de un artista. De allí a la gloria había un paso y ella lo dio. Disfrutó de la fama, ganó una gran cantidad de dinero y sus películas se convirtieron en muy taquilleras.
Dos hechos marcaron negativamente su vida cuando su fama estaba en pleno apogeo: acusó a un productor de hacerle proposiciones deshonestas y éste se tomó la revancha borrándola literalmente del mapa de los incipientes estudios de cine. No volvería a conseguir trabajo como actriz. Sí, en cambio, una columna en una revista en la que hablaba de moda, belleza y cuestiones femeninas, que gozó de bastante eco. Sin embargo, lo peor estaba por llegar.
Tras el desagradable suceso se trasladó a vivir con su madre a una casa de huéspedes en Manhattan, propiedad del Dr. Walter Wilkins, casado y que se enamoró perdidamente de la musa de América. Le propuso que le ayudara a asesinar a su esposa, a lo que Munson se negó. Al poco abandonaron ella y su madre la vivienda y también poco tiempo después se hallaba el cadáver de la señora Wilkins. Todas las sospechas recayeron sobre el marido, aunque la señorita Munson no se libró de un interrogatorio del que salió ilesa. Él fue acusado de la muerte y condenado a la silla eléctrica. Se suicidó en su celda. Los acontecimientos sobrepasaron a la joven modelo, que ya no gozaba de la fama que tuvo a principios de siglo. Como si de una película dramática se tratase, Munson optó por ingerir una solución que contenía mercurio y que por poco la llevó a la tumba. Su cerebro quedó irreversiblemente dañado. Sin haber cumplido los cuarenta, enferma y repudiada por quienes antes acudían en masa a ver sus películas, la madre de la joven optó por ingresarla en un centro psiquiátrico en Ogdensburg en el que permaneció sesenta y cinco años. De vez en cuando recuperaba la cordura. Otras veces fantaseaba y se hacía llamar condesa. Decía que había estado casada con un personaje nobiliario. Tenía 105 años cuando falleció absolutamente sola y olvidada por todos. Su cuerpo fue enterrado en un cementerio cerca de Nueva York sin una lápida que la identificara. El libro escrito por James Bones «The course of beauty» rastrea en la apasionante vida de este mujer, la primera súper modelo, la primera, también, que apareció desnuda en una película. Sobre la que un día fue novia de América cayó un manto de olvido.

El mismo papel en cuatro películas

El cine tocó a su puerta. Era lógico que siendo la modelo del momento su carrera estuviera abocada a él. Audrey Munson se convirtió en la primera actriz en aparecer desnuda en una película por motivos exclusivamente artísticos. Su papel en la primera y en las tres restantes se repetía: ella interpretaba a una modelo, dicen que porque su talento era limitado. «Inspiration» (1915) «Purity» (1916), «Girl O’Dreams» (1917) y «Heedless Moths» (1921) conforman su filmografía. «Inspiration» (en la imagen, Audrey Munson junto al actor Thomas A. Curran) fue motivo de polémica, pues desde los estudios se defendió la desnudez nunca pornográfica de las escenas, a pesar de los virulentos ataques que recibió de ciertos sectores conservadores. La cinta contaba casi la historia de Munson, la de una actriz de provincias que es descubierta por un artista que la lleva a la fama. El caché de la intérprete ascendía a 27.000 dólares por película, lo que era una pequeña fortuna para la época. Vivió muy bien, pero el dinero se esfumaba casi al mismo tiempo que entraba. «Purity», por ejemplo, se creyó perdida hasta que en 2004 se halló en Francia una copia del filme, que se había rodado en una finca en Santa Bárbara.

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