La vida en el mar de plástico
Vivir en el fondo del mar se está convirtiendo en una pesadilla: los peces ingieren los microplásticos y los introducen en nuestra alimentación. así lo confirman los tres expertos con los que nos hemos sumergido en el agua
Es probable que no sepan que la pasta de dientes tiene microplásticos. También las cremas, los geles y multitud de cosméticos, productos que utilizamos a diario y que están cargados de este «arma letal» que se ha convertido en el principal quebradero de cabeza de los biólogos marinos. A menudo, cuando pensamos en el impacto medioambiental que provocan los plásticos, nos viene a la mente la montaña de desperdicios en las costas. Sin embargo, lo que ahora más preocupa son aquellos con un diámetro menor de los cinco milímetros y que ingieren los peces para después introducirlo en la cadena trófica o alimentaria hasta llegar al ser humano. Ante esta situación límite nos citamos con tres expertos en el mar para que nos hablen del impacto de este «enemigo» y las posibles soluciones. La bióloga marina Mercedes Varela, el apneista Miguel Lozano y el «chef del mar» Angel León, cocinero de Aponiente y uno de los hombres que mejor conocen el agua salada, nos sumergen en la «Plastisfera» para conocer de primera mano el nivel de esta crisis medioambiental.
«Lo que ocurre es que hasta hace tres o cuatro años no estaba cuantificada la cantidad de plástico en los mares y cuando se conocieron los primeros estudios, los resultados fueron mucho peor de lo que se estimaba. La situación es alarmante», sentencia Varela, doctora por la Universidad de Alicante en Biología Marina. Y lo cierto es que los números lo dejan claro: los plásticos suponen entre el 60 y el 80% de los residuos marinos y se estima que hay hasta 50 trillones de fragmentos flotando en el mar, según Greenpeace.
Redes mortales
«Un trozo de manzana en la tierra tarda en degradarse dos días y en el mar puede llegar a tres meses. Un plástico, cuya vida es indeterminada, no llegaría a desaparecer nunca y esto genera un terrible impacto en todos los niveles de la cadena trófica. Si empezamos por la columna de agua, se ven larvas de peces que ya comen microplásticos y quedan acumulados en su estómago. A estos se los comen otros peces y así hasta llegar al ser humano», analiza la experta.
Ya han comenzado a estudiarse los efectos que estos residuos tienen en nuestro organismo y pronto verán la luz los resultados, los cuales apuntan a ser inquietantes. «Es difícil luchar contra un enemigo que no se ve», dice Varela, que añade que esta situación llega hasta ecosistemas como la Antártida. «Realicé mi tesis doctoral sobre ese continente y allí, que es un ecosistema que no está tan explotado por el hombre, ya se encuentran plásticos. No es nada alentador», confiesa desde Alicante mientras apuramos nuestra conversación para que se sumerja a bucear, su gran pasión. Un «hobby» que comparte con Miguel Lozano, apneista profesional y que conoce el fondo marino como la palma de su mano. Desde su punto de vista, «los plásticos pequeños son los que generan más desconfianza. El otro día estaba con mis hijos en la playa y te das cuenta de que con un simple tragón involuntario se te puede meter todo eso en tu organismo».
Él analiza esta situación desde la perspectiva de los riesgos que pueden conllevar la presencia de dichos objetos y materiales en el agua. «Para los buceadores es bastante habitual encontrarse con redes a la deriva. La mayoría son las que utilizan los pescadores y que al quedarse enganchadas a una roca la cortan y la dejan a la deriva. Que un buceador se enganche con una de ellas es una de las causas por las que pueden producirse más accidentes en el mar», afirma Lozano. Él, como apneísta, entrena a gran profundidad para evitar quedarse atrapado en una. «Los pescadores submarinos siempre llevan un cuchillo encima para cortar la red en caso de quedarse enganchados, es su salvavidas», desvela. Entre los otros problemas que provocan los plásticos en alta mar destacan las grandes cajas de plástico y bidones que rompen las hélices de las embarcaciones. «Y luego están los innumerables globos de cumpleaños de los niños que cuando se les escapan acaban en el mar», dice este deportista profesional.
Para conocer en qué situación se encuentra el último eslabón de esta concatenación contaminante acudimos a Aponiente, el restaurante de El Puerto de Santamaría, donde Ángel León sirve lo mejor del mar. «Gracias a Dios, nunca me he encontrado en los pescados ningún resto de plástico, pero es cierto que en la zona que yo me muevo, que es al lado del Estrecho, las corrientes son muy potentes y no se produce un ''atragantamiento'' como sí ocurre en el Mediterráneo», apunta el chef. Pero si miramos a este mar, los datos son de escándalo: entre el 21 y el 54% de las partículas de microplásticos del mundo están en la cuenca del Mediterráneo. Aquí hay un fragmento por cada cuatro metros cuadrados. «Es un mar cerrado y en él, una gota de agua que entra por el Atlántico tarda unos 300 años en dar toda la vuelta y volver a salir, es decir, que la capacidad de regeneración es muy baja. Así que todos los problemas de contaminación afectan mucho más al Mediterráneo que a los mares abiertos», añade Varela.
Atunes y merluzas
«Los pescados pequeños confunden el plancton con el microplástico en y lo introducen en toda la cadena trófica. Estamos pagando ahora las consecuencias de muchísimos años en los que no ha habido control», dice el cocinero, que cada mañana sale al mar en busca del mejor pescado. En Aponiente tienen un rígido programa de reciclado «desde hace muchos años», dice. «Eso sí, cada vez que intentamos romper la cadena de favores con la industria alimentaria hemos tenido problemas. Ahora la gente está más concienciada, pero antes me tomaban por un loco. Somos un país recientemente sostenible».
Y pese a su preocupación, León es positivo en el mensaje. «La mar es cíclica, tengo pergaminos de hace 600 años donde los almadraberos lloraban en sus escritos, en los diarios de abordo, porque alguien les había castigado y no había atunes. Años más tarde se pasó a un superávit. Lo bueno del mar es que se regenera y lo malo es que volveremos a cargárnoslo», profetiza. Entre la variada fauna marina, hay peces que sufren más con la presencia de los plásticos. Según el «chef del mar», los túnidos son más receptivos a estos materiales ya que se encuentran al final de la cadena trófica. «Al pez espada y a la merluza les ocurre lo mismo», añade.
Los tres expertos insisten en la concienciación social, en los pequeños actos individuales que evitarán que dentro de unas décadas nos veamos atrapados en un mar de plástico.