Escritores

La «vulgar lengua» de Pasolini

Se publica un inestimable libro que recoge la última intervención pública del genial y controvertido poeta dos semanas antes de ser asesinado

El cineasta carga contra la televisión y el «genocidio» cultural que provoca el consumismo
El cineasta carga contra la televisión y el «genocidio» cultural que provoca el consumismolarazon

Se publica un inestimable libro que recoge la última intervención pública del genial y controvertido poeta dos semanas antes de ser asesinado

«Debo deciros que yo no sé hablar, que no sabría cómo dar una conferencia o una clase, así que diría de pasar al debate casi de forma inmediata». Con esta advertencia se iniciaba la última intervención pública de Pier Paolo Pasolini, realizada solo dos semanas antes de ser asesinado. Ese coloquio es la base del libro «Vulgar lengua», que acaba de publicar Ediciones El Salmón. Es una invitación a asistir como público lector a aquella conferencia celebrada en la ciudad italiana de Lecce, donde Pasolini fue uno de los ponentes en un encuentro en el que participaban profesores y alumnos. La iniciativa fue idea de Antonio Piromalli, quien, más de cuarenta años después, recuerda que ante la situación que vive hoy Italia, «las propuestas de Pasolini demuestran tener una enorme importancia gracias a su carácter interdisciplinar, omnicomprensivo, “terapéutico”. Con su populismo interdisciplinar, por el cual el pueblo es el modo auténtico de ser, categoría a la que confiere unos valores humanos fundamentales –aunque también es el pueblo víctima de la historia–, Pasolini, literato y sociólogo, comprobaba sobre el terreno la profunda brecha que se había creado con el pasado reciente en la realidad italiana».

Esa brecha se percibe en las páginas del libro, con un Pasolini dispuesto a hablar –mejor dicho, a dialogar– con todos. Su presencia había causado una evidente expectación y no era para menos porque el poeta de la palabra y la imagen se había convertido en una voz crítica, muy incómoda para muchos, alguien que había hecho de su libertad personal parte fundamental de su vida y su obra, pese a que era consciente de las muy negativas consecuencias que todo ello podía acarrearle. Algo de ello se percibe en la misma introducción al acto. Piromalli reconocía que su invitado «constituye un punto de referencia extremadamente importante en nuestro tiempo a la hora de abordar numerosos problemas de la actualidad, de la contemporaneidad». El profesor advertía que la intención era que Pier Paolo hablara poco como conferenciante, pero que sí estaba dispuesto a responder todas las preguntas, incluso las de los jóvenes estudiantes que formaban parte del auditorio. La charla titulada «Vulgar lengua» se inscribía dentro del curso «Dialecto y escuela», pero estaba claro que Pasolini iría por libre porque, como dice Piromalli en su introducción al invitado, era un hombre de vanguardia, «una vanguardia que va más allá de su significado clásico, y que se enmarca en la esencia de nuestra época».

Pasolini se presenta ante su público leyendo un poema que se inspira en los «Cantos» de Ezra Pound. El poeta comienza con una petición: «La vulgar lengua: ámala» y lo hace dirigiéndose a un hipotético joven de derechas, «de una derecha que, sin embargo, no existe, de una derecha utópica, completamente idealizada», y le insta «a que ame la vulgar lengua, a que la escuche incluso con oído fonológico». En la mente del autor de «Teorema» o «Accattone» planea el artículo que solamente tres días antes del debate ha publicado en «Il Corriere della Sera» bajo el contundente título de «Abolir la televisión y la escuela obligatoria», tema sobre el que le interroga el profesor Gustavo Buratti, el primero en abrir fuego. Pero Pasolini responde no como esperaba Buratti sino planteando que «el verdadero problema de nuestros días es que este pluralismo lingüístico y cultural tiende a ser destruido y homologado a través de ese genocidio del que hablaba Marx, y que lleva a cabo la sociedad consumista, que posee un vasto instrumento de difusión como la televisión, y en los últimos tiempos también la escuela: porque los profesores que tienen la conciencia que tenéis vosotros constituyen una pequeña élite. La mayoría ni siquiera se plantea estos problemas». No era un debate nuevo. En 1966, en su artículo «Contra la televisión», atacaba a este medio sin ningún tipo de reparos. Para el cineasta, nos encontramos ante un artefacto que está por encima de la Inquisición, todo ello ante el silencio de sus compañeros intelectuales frente al medio «porque la televisión es potente. Es potente para representar ya en Italia (un país de analfabetos, y por tanto un país donde no se leen ni libros ni periódicos) la opinión pública».

Un observador incómodo

Es el Pasolini incómodo para unos cuantos, que abofetea a la sociedad con sus películas y artículos, incluso en el último momento, como demostró en la entrevista que concedió a su amigo Furio Colombo apenas unas horas antes de ser brutalmente asesinado por todavía no se sabe quiénes. En ese momento, como recordaría Colombo tiempo después, «Pasolini ya había demostrado –con lo que había escrito y con lo que había rodado– su valía y, lo que es más, su vocación única en aquel momento, de abrir de repente, de la forma más inesperada, la puerta que daba a lo que no se veía o, en cualquier caso, otros no habían visto, aunque percibiesen su ansiedad y su inquietud».

Una de las grandes preocupaciones de Pasolini era la llegada de la cultura, así como el poder de la televisión como vehículo informativo y, por encima de todo, el consumismo, que «ha llevado a cabo una aculturación». El realizador considera, en este sentido, que el consumismo «ha conseguido perpetrar ese genocidio que el capitalismo perpetró en Francia o en Inglaterra tal vez ya en tiempos de Marx, y del que hablara el propio Marx». Pasolini sabía de lo que hablaba al citar a Karl Marx porque conocía muy bien el comunismo, ya que ingresó de muy joven en el PC italiano en Ferrara, poco después del asesinato de su hermano menor Guido. Sin embargo, en octubre de 1949 fue expulsado después de que los carabineros lo denunciaran por corrupción de menores. La ausencia de carnet no hará que deje de sentirse comunista.

Cuando la profesora Rosario Coluccia plantea la revolución como hipótesis de trabajo, Pasolini subraya que «en estos momentos, una revolución marxista, cuando el genocidio ya ha sido perpetrado, me parece utópica, más utópica aún que mis discursos sobre la escuela; porque, en definitiva, ha sido un orden social el que ha marginado a esas capas de población que hablan en dialecto, es decir, los pobres». También recuerda a su auditorio que «yo soy marxista en el sentido más literal de la palabra cuando grito y clamo contra la destrucción de las culturas particulares». El director también aparece en este debate. Llega en un momento algo complicado para él, cuando está intentando salvar «Salò, o los 120 días de Sodoma», inspirada en la obra del marqués de Sade. Por desgracia, no podrá ver su estreno y la película llegará a la gran pantalla de manera póstuma. Pasolini, en Lecce, es consciente de que lo que se encontrará el espectador del filme tiene «cosas tremendas, que, en realidad, tomadas una por una, serían pornográficas, si se ven fuera de contexto». En cuanto a su llamada «Trilogía de la vida», formada por «El Decamerón», «Los cuentos de Canterbury» y «Las mil y una noches», apunta que en esas películas «he querido representar una realidad física, una realidad corpórea que yo veía que estaba siendo destruida precisamente por ese genocidio del que estamos hablando, un modo de ser hombres, de mirar, de hablar, de comportarse, de gesticular, de hablar en dialecto, que está siendo destruido».

La destrucción del poeta

La destrucción es otro de los ejes de este último Pier Paolo Pasolini, una obsesión que surge muchas de las veces en las que habla ante los profesores y los alumnos. Lo que no sabía es que él mismo iba a ser destruido apenas dos semanas más tarde. En algún momento de la madrugada del 1 al 2 de noviembre de 1975, en un descampado de la playa de Ostia, era brutalmente asesinado, un crimen del que todavía hoy no se sabe quiénes fueron sus autores. Sería su amigo Alberto Moravia quien mejor resumiría lo que representó esa muerte: «Ante todo hemos perdido un poeta y no hay muchos poetas en el mundo. (...) Con él hemos perdido un testigo constante de las contradicciones de nuestro tiempo que trataba de provocar reacciones activas y benéficas en el cuerpo inerte de la sociedad italiana». El cuidado libro publicado por Ediciones El Salmón nos devuelve una voz necesaria para conocer nuestro mundo. Y eso lo sabían quienes lo invitaron a la ciudad de Lecce. Antonio Piromalli recuerda hoy, más de 40 años después , que «la violencia de los mensajes de Pasolini producía efectos de mala conciencia en aquellos que no otorgan valor ni identidad al ser humano». El profesor sostiene que la ausencia de Pasolini «ha empobrecido la vida y la cultura italianas, reduciéndolas a un nudo de conformismo, compromisos y silencios».

Una atracción que no acaba

Coincidiendo con la publicación de «Vulgar lengua», aparece en Italia un libro que parece llamado a ser uno de los títulos de referencia sobre el escritor y cineasta. «L’utopia di Pasolini», escrito por Angela Felice, una de las más reconocidas especialistas en la controvertida figura. El volumen bucea en los temas que le eran más queridos al director pasando por su viaje a Estados Unidos o su dudas sobre el papel de la televisión. La estudiosa restaura fragmentos originales del autor de «Teorema» para poder exponer la sensibilidad oculta en la piel del intelectual italiano. Felice presta una especial atención al último Pasolini, el que encontramos entre las páginas de «Vulgar lengua», el mismo que planta cara a la mercantilización capitalista y la devastación antropológica que vive a Italia. Felice sabe de lo que escribe porque es la responsable del Centro Studi Pier Paolo Pasolini en Casarsa della Delizia, donde se conserva el rico fondo documental de desaparecido creador.

«Vulgar lengua»

Pier Paolo Pasolini

EL SALMÓN

136 págs;

13 euros

9,90 euros