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Las contradicciones de Unamuno y la leyenda de una «fake news»

Amenábar hace un certero retrato del intelectual pero concede crédito a la épica no demostrada del choque con Millán Astray y a la teoría de que Franco quiso prolongar la guerra. La mejor parada es Carmen Polo.

Karra Elejalde dio vida a Unamuno en «Mientras dure la guerra»
Karra Elejalde dio vida a Unamuno en «Mientras dure la guerra»larazon

Amenábar hace un certero retrato del intelectual pero concede crédito a la épica no demostrada del choque con Millán Astray y a la teoría de que Franco quiso prolongar la guerra. La mejor parada es Carmen Polo.

La película «Mientras dure la guerra», dirigida por Alejandro Amenábar, es una de las cintas que más dará que debatir esta temporada. Cuenta el conflicto personal que vivió Miguel Unamuno en los primeros compases de la Guerra Civil. El cine español regresa una y otra vez al asunto, siempre desde la misma perspectiva, pero aún no se ha rodado la película definitiva sobre la contienda. El filósofo bilbaíno, en una de sus innumerables contradicciones, se encontró que había apoyado un golpe de Estado que iniciaba un conflicto fratricida. A partir de ahí, la película refleja varios temas históricos cuestionables.

El cliché más llamativo es el de que Franco quiso alargar la guerra para reprimir y exterminar al enemigo. Es una afirmación de la historiografía de izquierdas, propagada en los últimos tiempos por Ángel Viñas. Según la misma, el bando golpista tenía la intención de matar fácil y rápido, y por eso prolongó el conflicto.

Otros historiadores menos politizados apuntan justamente lo contrario y tildan esta afirmación de simple mito. Jorge M. Reverte y Mario Martínez Zauner aseguran que las tropas de Franco fracasaron en la toma de Madrid en tres ocasiones –el punto clave–, y que la represión la hizo igual después de su victoria. Este fracaso de Franco impulsó dos operaciones más –Jarama y Guadalajara– que también erraron, y decidió adoptar otra estrategia.

Quien sí quiso prolongar la guerra fue Juan Negrín, jefe del Gobierno republicano y ministro de Defensa, siguiendo su idea de «resistir es vencer». Por eso pidió a Vicente Rojo, jefe de su Estado Mayor, que iniciara una operación para alargar el conflicto hasta que se desencadenara la guerra mundial. Fue la conocida «Batalla del Ebro», entre julio y noviembre de 1938, con casi 20.000 muertos.

El episodio de la adopción de la bandera bicolor aparece en la película como un capricho de Franco, cuando en realidad se abandonó la republicana para conseguir la unidad con los monárquicos. De igual modo, las ideas y expresiones que usó entonces Franco se sugiere que fueron el fruto de conversaciones triviales u ocurrencias. En definitiva, el retrato del jefe golpista es una caricatura, como el que se hace de Millán-Astray. Era difícil en este último caso que un producto cinematográfico evitara la construcción de un esperpento militarote, feo, mutilado, grosero, bocazas y agresivo, un descerebrado que oponer a la figura mitificada del intelectual republicano.

La reconstrucción del famoso episodio en el que se atribuye a Unamuno el juego de palabras «Venceréis, pero no convenceréis» es discutible. No recoge la tesis de Jean-Claude y Colette Rabaté, basada en la idea de que no importa que dicha frase no sea literal –no lo es–, porque lo decisivo es mantener el mito, y se ajusta más a lo conocido. Sin embargo, pasa desapercibida la mención de Unamuno a José Rizal, independentista filipino, para molestar a Millán Astray y que provocó sus gritos.

El enfrentamiento entre Unamuno y Millán Astray tuvo lugar en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, lugar del que era rector el filósofo por nombramiento de los golpistas. Celebraban la «Fiesta de la Raza», el ya entonces conocido como «Día de la Hispanidad». El intercambio de frases lo inventó Luis Portillo Pérez, político de Izquierda República exiliado en Londres, en 1941, y lo publicó en Horizons. Hugh Thomas lo recogió tal cual, y a partir de ahí muchos historiadores.

«Una, grande y libre»

Por tanto, no hay documento que cuente que los asistentes gritaran «Una, grande y libre», como se ve en la película. En realidad, tras la mención de Unamuno a Rizal, Millán Astray defendió el espíritu del hombre de armas. Se produjo entonces mucho ruido, no se escuchaba casi nada, y de las personas que estaban alrededor del general salió el «¡Muera la inteligencia!» (o los intelectuales traidores) y «¡Viva la muerte!», uno de los lemas de la Legión. Así lo publicó entonces Emilio Salcedo, un periodista de provincias.

Quizá sea Unamuno quien esté mejor retratado en la película: sus contradicciones y mal humor, la soberbia, su repudio a otros intelectuales, como Manuel Azaña, y el interés personal. El filósofo fue despedido por el gobierno republicano como rector de la Universidad de Salamanca por apoyar el golpe, un movimiento que parecía tener la intención de rectificar la República. Así lo creyeron muchos, como Unamuno. Luego los sublevados le repusieron en el puesto de Rector, y tuvo que hacerse cargo de lo que suponía la represión, asunto tratado de forma fría en el filme, pero capital para entender el postrero giro de Unamuno.

La mejor parada en la película deAmenábar es Carmen Polo, la mujer del general Franco. Aparece como una señora sencilla, seguidora de Unamuno a pesar de haber sido socialista y anticlerical, que no quería la guerra, sino una España tranquila y en paz. En realidad fue quien sacó al escritor del Paraninfo y lo metió en su coche para alejarle de los exaltados falangistas y legionarios. Es la mujer a la sombra del dictador, que salió de Canarias en el vapor «Waldi», de bandera alemana, para refugiarse en Francia y evitar represalias contra ella o su hija. Carmen Polo vivió con el nombre de María Teresa Martínez-Valdés. Pronto regresó a España, y se instaló junto a su marido en un palacio salmantino, episodio que aparece en el filme.