«Las leyes de la termodinámica»: Amar con ciencia

Esto es lo que se llama un cambio de registro, y radical. Mateo Gil, que debutó en la dirección con el interesante thriller «Nadie conoce a nadie (1998), y cuya penúltima película, «Proyecto Lázaro» (2017), suponía un arriesgada apuesta por una ciencia- ficción de corte filosófico, ha elegido ahora el siempre peliagudo y no menos veces cursi género de la comedia romántica con una, desde luego, muy novedosa envoltura formal: trufada de numerosos testimonios vertidos por reputados especialistas en estas lides, el cineasta nos presenta la historia de Manel, un físico prometedor, algo neurótico y francamente insoportable cuando quiere que intenta saber cómo conseguir una relación estable con la mujer de su vida. Ella es Elena, modelo y aspirante a actriz, de la que se enamora de manera obsesiva. Pero Manel sigue siempre a la suya, o sea, demostrar al espectador que la relación con la joven estaba determinada desde un principio por las leyes, tres, de la termodinámica (que se refiere al movimiento del calor, así, en breve). Una especie de documental incrustrado en la cinta donde se cita a Newton, la inercia, el concepto de la entropía, la atracción de los cuerpos o esa peligrosa energía oscura para demostrarnos que, en el fondo, con tanta teoría, Manel se ha olvidado de la química, cuando todo el mundo sabe lo que vale un escalofrío a tiempo. El filme, de estructura muy repensada y miras cósmicas, fluctúa no obstante casi todo el metraje entre las estrafalarias ocurriencias del celoso Manel y las ocurrencias estilísticas del propio Mateo Gil, un director bastante exigente consigo mismo para quien no siempre dos más dos suman cuatro. La vida es así de anárquica por mucha ecuación que apliquemos.

La manera tan original en que encara Mateo Gil el tan sobado género de la comedia romántica

A veces pueden entrar ganas de mandar lejos al neurótico y obsesivo chico que vertebra la historia...