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Lección de ortografía para Pedro Sánchez: Persona sabia.... o ¿savia?

La distinción que proporcionan estas consonantes viene de lejos, del latín, y rememoran algo que solo es patrimonio de los filólogos: la “b” es oclusiva y la “v” fricativa
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Sabemos que una persona es sabia cuando es humilde y ha dedicado parte de su vida a instruirse para poder ayudar a los demás con sus conocimientos. Por ello, dentro de una persona sabia puede perfectamente existir “un líquido [espiritual] que circula por los vasos de las plantas pteridofitas y fanerógamas y del cual toman las células las sustancias que necesitan para su nutrición”, que es la denominación de “savia” que da nuestro gran diccionario, el de la RAE, y que nosotros –como tantas otras expresiones- las convertimos en metáforas de algo positivo.
Una falta de ortografía de Pedro Sánchez empaña su felicitación al primer ministro etíope
Ha circulado un tuit por los aledaños de Moncloa en el que nuestro presidente felicita al primer ministro etíope Abiy Ahmed Ali y se congratula por esa “sabia” nueva que acaece en la política internacional. Hay esas “b” y esas “v” que nacieron indefensas para que algunos las maltraten sin pudor. La distinción que proporcionan estas consonantes viene de lejos, del latín, y rememoran algo que solo es patrimonio de los filólogos: la “b” es oclusiva y la “v” fricativa, cuestión esta que trae al pairo, afortunadamente, al común de los mortales que hablan la hermosa lengua de Cerbantes, sí, con “b”, como él lo escribía.
Así, tenemos en español palabras que juegan con nosotros al escondite: “balido”, que es la voz del carnero, el cordero, la oveja, la cabra el gamo y el ciervo, frente a “valido”, que es alguien recibido, creído, apreciado o estimado generalmente, y en su acepción más histórica, es el hombre que, por tener la confianza de un alto personaje, ejercía el poder de este. Pero el valido no estaba exento a veces de proferir balidos. Y cerramos hoy esta nueva ventana a la ortografía con una palabra que pronto estará de moda: votar, con la que algunos soñamos que sirva para botar a algún personaje político.