Leibovitz quiere retratar a los Príncipes
Está en Oviedo para recibir el premiode Comunicación y Humanidades. La artista cree que la fotografía «siempre ha sido el ''chico malo''»
Aquellos mitos necesitaban una imagen para que la posterioridad los reconociera. Una fotografía que convirtiera su nombre en un icono. Y Annie Leibovitz estaba allí para inmortalizarlos: a John Lennon en la cama, cinco horas antes de que le balacearan su espalda «beatle» en la puerta del Dakota Building; a Nixon, en un helicóptero de la Casa Blanca, en el último día de su presidencia y cuando ya sólo era un rescoldo del Watergate; o a ese Mick Jagger que rompía normas y avanzaba hacia la fama a hombros de sus escándalos satánicos. Pero eso fue cuando colaboraba con Rolling Stones, quizá, más tarde, cuando pasó a «Vanity Fair», cuando decidió convertir a Demi Moore en una representación pagana de la maternidad o sumergir a un icono como Whoopi Godlberg en un bañera llena de leche. Ahora, las instantáneas que convirtieron a otros en estrellas han hecho de ella otra estrella. Un mito que los fotógrafos envuelven nada más descender del coche y a los que Leibovitz les dice que lo mejor que existe es capturar la imagen del momento. La ex pareja de Susan Sontag, con una Canon G16 en la mano, empatizó con los gráficos. Les decía que si querían un consejo. Les confesaba que tenía las rodillas destrozadas por hacer lo mismo que hacen ello. Les sacaba fotos. «Es un gran momento para premiar a esta disciplina, ahora, con la avalancha de lo digital, cuando se discute si va a sobrevivir. La fotografía siempre ha sido el chico malo, incluso después del descubrimiento de la cámara. Dicen que puede morir, pero la fotografía está más fuerte que nunca».
Pareja de Sontag
Leibovitz, que recibirá el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el mismo escenario que Sontag, su pareja hasta que falleció, reconoció que hoy se ofrecerá a retratarles a Don Felipe y Doña Letizia, como ya ha hecho a Isabel II de Inglaterra. Y habló por qué abandonó las trincheras del fotoperiodismo para dedicarse a la foto editorial: «La verdad es que he hecho un poco de todo en esta profesión. He cubierto eventos, he estado en salas de prensa, he viajado o esperado para conseguir esa imagen única, pero siempre regresaba a los retratos porque me sentía mucho más cómoda y me permitían contar una historia, tenía un control. Yo quería mi propia voz y tenía que hacer una elección. Cualquier gráfico se enfrentará a este tipo de dilema». Después del fallecimiento de Sontag, de haber sufrido otras pérdidas familiares, y, también, de sus problemas económicos, Leibovitz, que reconoció que le hubiera gustado fotografiar a Elvis o a la bailarina Martha Graham, emprendió una ruta con sus hijas por EE UU. Ese ha sido su último trabajo. «Se llama "Peregrinaje"y he estado en muchos sitios donde ha vivido y trabajado gente que me interesaba. Hice una lista de personajes y lugares que me interesaban. Por ejemplo, busqué la cabaña de Lincoln, aunque no la encontré. La fotografía también puede usarse para examinar vidas anteriores», concluyó.
LA DE SU MADRE
A Leibovitz le cuesta impartir lecciones. Pero da pistas. «Mi mejor foto es un retrato de mi madre porque es como si no hubiera cámara. Pero eso no se logra en el día a día. Un retrato es un encuentro psicológico. Tiene que ver con el humor del sujeto, de si quiere darte algo o no. Yo confío en mi composición, en lo gráfico. Abarco todas las facetas de la foto y las maneras en que se usan y disfruto utilizándolas para realizar un retrato creativo».