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¿A dónde van los libros sin lectores?

larazon
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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Didierlaurent reivindica la lectura en su estreno como novelista con una obra ya vendida a 25 editoriales.
Jean-Paul Didierlaurent ha escrito una de las más hermosas declaraciones de amor a la lectura. Se titula «El lector del tren de las 6.27», editado por Seix Barral –vendida a 25 editoriales y un gran éxito de ventas en Francia–. En él se narra la curiosa aventura de Guibrando Viñol, encargado de supervisar la labor destructiva de una máquina que tritura los libros que no logran lectores. Sin embargo, Viñol puede sacar de la Cosa, como se llama el cruel artefacto, las páginas que han podido salvarse y cada mañana, en el tren de las 6.27, las lee en voz alta a sus compañeros de pasaje. Todo esto sucede hasta que un día sucede que surge una obra literaria diferente y que trastocará su biografía.
La vida de Didierlaurent también ha cambiado desde que apareció en Francia el libro, cuyos derechos ya han sido vendidos para ser llevado a la gran pantalla, además de ser publicado en una veintena de sellos de todo el mundo. Empleado en el departamento de comunicación con los clientes de una conocida compañía de telefonía móvil, el escritor se ha pedido unos días libres para poder visitar Barcelona para hablar de su novela.
Hasta ahora, se había centrado en el relato corto, lo que le había permitido ganar el Premio Hemingway en dos ocasiones. «Esta vez tenía una idea buena, pero quería desarrollar el tema en forma de novela. Deseaba hablar de un personaje valiente que destruía libros y leía fragmentos», aseguró. En este sentido, Didierlaurent señaló que buscaba demostrar que «el hábito no hace al monje, que la gente muy ordinaria puede esconder a seres extraordinarios. Por eso he cogido a alguien con el que hacer visible lo invisible».
Cuando se le pregunta si la obra es un homenaje a los libros, al escritor le gusta matizar que lo que buscaba era rendir tributo «a las palabras que son un material fantástico». Por eso añadió que las palabras, tanto escritas como habladas, son «los cimientos de los libros». Por todo ello, se ha comparado su libro con otros de temática parecida como «Una soledad demasiado ruidosa» de Bohumil Hrabal y «Fahrenheit 451» de Ray Bradbury. «Mi obra no es un manifiesto. Lo que quiero decir es que el libro tiene un valor, incluso como objeto. En “Farenheit 451” se destruyen. En mi novela se transforman en pasta de papel y sobreviven de alguna manera. La destrucción de ejemplares es un mal necesario que permite que siga el proceso editorial. Es como una prisión: no las queremos pero no encontramos una solución mejor», aseguró.
Pese al gran éxito de crítica y lectores que está teniendo la recepción de «El lector del tren de las 6.27», Jean-Paul Didierlaurent sigue trabajando en la oficina de la compañía de teléfonos móviles, aunque admitió que «me siento como una Cenicienta masculina». Sí está descubriendo los encuentros con los lectores y que empiezan a preguntarle por una nueva novela, «aunque no me quiero obsesionar con ello».

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