A Pamuk siempre le quedará Estambul
Ya no se puede pensar Estambul sin pensar, naturalmente, en Orhan Pamuk, su escritor insigne. El autor turco, que a lo largo de su breve pero intensa obra no ha hecho más que retratar una cultura ancestral y lo que significa vivir en una ciudad que fue capital de varios y vastos imperios y que, actualmente, es la más poblada de Europa, regresa otra vez a las calles que moldearon su biografía para componer una novela inmensa, de largo aliento, y con mucha vocación de totalidad.
«Una sensación extraña», novena novela de Pamuk tras la publicación de «El museo de la inocencia», se centra en Mevlut Karatas, un hombre que a los doce años llega a Estambul procedente de una aldea de la Anatolia Central con el propósito de construir una vida diferente en, como señala el propio Pamuk en las primeras páginas, «la capital del mundo». Es a finales de la década del sesenta y Estambul como el resto del país, se encuentra en un proceso de cambio y de transformación profundo: la ciudad vieja está a punto de convertirse en la gran metrópolis que será posteriormente y las oportunidades para los recién llegados de otras partes de Turquía están a la orden del día.
Menos para Mevlut, que después de crecer, de enamorarse y de ganarse la vida vendiendo una bebida tradicional turca llamada boza, comienza a ver que sus esperanzas de ser otro y de labrarse un futuro prometedor pueden derrumbarse de un momento a otro como un castillo de naipes. Porque mientras otros van ocupando sitios importantes en la gran ciudad, Mevlut debe seguir, en cambio, dando vueltas por las calles de un sitio que no le pertenece pero del cual, sin embargo, forma parte, haciendo trabajos que no le compensan y llenándose, pese a todo, de una sensación extraña: la de ser distinto que los demás.
En esa búsqueda continua, incansable, de un futuro diferente y mejor, de encuentros fortuitos y a veces melancólicos con almas tan solitarias como la suya, de peleas y escaramuzas con su familia, Mevlut irá descubriendo, al mismo tiempo, su propio destino: el de ser un errante perpetuo, un peregrino sin pausa que, casi sin saberlo, ha visto cómo Estambul, desde finales de la década del sesenta hasta el presente, se ha convertido en la ciudad que es.
Así, sin la necesidad de caer en los estereotipos más trillados para hacer de su obra un escaparate de color local, Pamuk ha compuesto en esta novela impecable un mosaico complejo y abarcador, un conjunto de imágenes potentes, de historias y voces que, a medida que transcurren las casi setecientas páginas de «Una sensación extraña», ofrecen una visión única y personal de lo que para el Premio Nobel significa la ciudad que lo vio nacer: un lugar en que confluyen la tradición y la modernidad, lo clásico y lo moderno, el oriente y el occidente y que es, también, «la capital del mundo».