Caballero Bonald pasa revista
La obra poética de José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) figura emblemática de la generación literaria de 1950, se caracteriza por un decidido compromiso ético y civil, la elaborada conformación barroca de sus ritmos y cadencias, la implicación del lector en una común empresa lírica, un lúcido pesimismo existencial, el sentido contemplativo de la realidad y ese machadiano criterio estético de la palabra en el tiempo que deviene en una escritura de la memoria y el testimonio. «Somos el tiempo que nos queda» (2007), compendio de toda su poesía y, más recientemente, «Entreguerras» (2012), son títulos que evidencian la sólida trayectoria de un autor de arraigada independencia formal y temática, de contundente originalidad expresiva e innegable sensibilidad humanista.
«Desaprendizajes» es un poemario en prosa –que no prosa poética– que recoge características obsesiones y vivencias del poeta, señas de identidad donde se combina el balance vital con una revisión crítica de la más acuciante actualidad. En textos que aúnan el emotivo lirismo, un pautado tono ensayístico y una tenue narratividad se va desgranando toda una declaración de principios basada en la equidad colectiva, una íntegra conciencia moral y una elaborada configuración estética. Encontramos así una transposición a la España del presente de un conocido poema de Antonio Machado, «El mañana efímero» que, con igual título, Caballero Bonald reconstruye eficazmente, auxiliándose de una perspicaz ironía de mordaz agudeza. De igual modo destacan poemas como «Contra lo unitario», sutil autoindagación identitaria; «Al acabar el día», sobre cierta zafiedad de la vida cotidiana; «Soledades», en reconocido homenaje al lenguaje gongorino; «Todas las bellezas», maravillado ante la genial arquitectura de la Alhambra; «Estoy oyendo el límite del signo», sobre el poder catártico y sublimador de la música vanguardista; o «Hermosura y pavor», que refleja una personal experiencia mística. En breves, pero muy útiles, comentarios finales a algunos poemas se evidencia el sentido metapoético de este libro, donde tanta importancia tiene la huella de Lorca; la autonomía lingüística del verso; el concepto de memoria que asiste a Walter Benjamin en relación a Baudelaire, o la inteligente y sensible glosa de la conciencia metafísica de Quevedo entre otros cultos referentes aludidos en esta obra de exquisita factura técnica yelaborada composición imaginativa.