Cuentos maduros de Palahniuk
Hay unos que cuentan un chiste y son muy buenos; hay otros que cuentan un montón de chistes y son malos; y después están los que los cuentan todo el tiempo: ésos son los más groseros e insoportables. Los relatos de Chuck Palahniuk (Pasco, Washington, 1962) reunidos en este volumen titulado «Invéntate algo», son, como reza el subtítulo en segunda persona: relatos que no te podrás sacar de la cabeza. Es decir: una compilación inédita dirigida a los lectores (a veces más fans que lectores), acostumbrados a leer a un escritor como si escucharan a un amigo que les cuenta chistes que se inventa a cada rato sin importar que éstos sean buenos, malos, groseros o insoportables. Lo importante es pasárselo bien, entretenerse y no agobiarse en el horror del aburrimiento.
Veintitrés relatos en los que hay una novela brevísima y, delicia para los fans, la historia germinal de «El club de la lucha», y lo de siempre: historias un poco retorcidas sobre strippers masculinos, sobre chicos a los que llaman coles de burdeles porque les crecen verrugas en el pene, sobre estudiantes que no paran de tomar droga unidas por la premisa de ser trangresores y, sobre todo, por un estilo llano, ágil, de rápido consumo.
De todos los relatos (algunos de ellos prescindibles) hay dos en los que Palahniuk se muestra como un escritor que ya no es un «enfant terrible» sino un autor maduro. En el que da inicio al libro, «Se abre el telón», donde el narrador se la pasa contando chistes sobre su padre mientras esconde un secreto que acaba revelándose, y «Las inclinaciones», en el que el autor de «Error humano» le da forma de suspense a una historia por momentos inconfesable. Estos relatos reunidos, en cualquier caso, tienen un solo destinario: los seguidores incondicionales de Palahniuk. A ellos, a sus cabezas, están dirigidos.