Deaver contra el asesino del blog
Era inevitable. El personaje de la psicólogo especializada en análisis cinésicos forense que aparecía como interrogadora en «La ventana rota» acabaría por tener serie propia: Kathryn Dance, experta en lenguaje corporal. Esta es su tercera aparición tras su debut en «Luna fría», junto al detective tetrapléjico Lincoln Rhyme, que utiliza con pericia un complejo y sofisticado material forense para desentrañar la identidad de los psicópatas a los que suele enfrentarse en cada novela. La agente especial Dance cumplía la función de contrapunto lógico e intuitivo de Lincoln Rhyme y su aparatosa parafernalia de cromatógrafos y espectómetros de masas y pormenorizados análisis de gases, cuya unión resultaba muy provechosa para la detención del cansino asesino en serie. Dance tuvo su spin-off con «La muñeca dormida» y vuelve como protagonista en «Cruces en el camino». Sin embargo, las cosas no resultan tan intrigantes como el personaje prometía. El desarrollo de la policía es excesivamente lineal. Además, tienen que llevar el peso de la investigación un tanto rutinaria y resolver el caso, no sólo interrogar a los sospechosos con su brillante método y sus dotes para leer los signos no verbales del lenguaje corporal.
De nuevo, la parte en la que aplica su metodología de trabajo cinésico es la más entretenida. Se trata de establecer el modelo base vinculado a la verdad y anotar cualquier desviación de la norma para detectar la mentira. Ya Darwin afirmaba que «las emociones reprimidas afloran casi siempre en forma de movimiento corporal».
Pero esta experta en comunicación no verbal se enfrenta a un enigma que tiene como mediación un escandaloso blog y un videojuego cargados de significados para los que la interrogadora, además de neófita es una inexperta en este tipo de «escribicionistas», como se define a estos yonquis de la era digital enganchados en la red. Por lo que ha de recurrir a un experto en internet, Jon Boling, que hará un buen tándem con Dance y quién sabe si en posteriores títulos se establezca el flechazo que necesita la agente para rehacer su vida sentimental. El análisis de blogs y blogueros no puede ser más crítico y funcional para la acción del libro. Lo mismo que la mezcla del mundo digital de los videojuegos de rol multijugador masivo en línea y el análisis de los comportamientos digitales de los sospechosos. Ésta es la parte de la novela más apasionante. El problema nace de la multiplicidad de subtramas que desvía la atención de la línea principal y algo que viene siendo usual en las novelas de Deaver: la complejidad de la trama y su afición a retorcer la intriga con excesivos giros imprevistos y variaciones tan previsibles que acaban por rematar de forma impropia lo que tanto prometía. Eso desmerece su férrea estructura formal al venirse abajo el tramo último del relato.
No obstante, Jeffery Deaver ha logrado un personaje con entidad dramática, que engancha al lector por su carácter un tanto huraño y unas dotes para el análisis no verbal sorprendentes. Realmente es un personaje tan novedoso como “El mentalista”, pero sin fantasías clarividentes; más apegada al realismo forense. Lástima que una novela tan bien escrita y con una intriga soberbia se deshilache por los excesivos giros y el previsible final.