El amor, esa mancha difícil
Un médico francés decía a finales del siglo XIX que podía fotografiar las emociones. La rabia tenía el aspecto de un castillo de fuegos artificiales. El amor era una mancha difícil de ver. Lo cuenta la protagonista de este libro que se refiere a sí misma como «la esposa» y estamos ante su historia de amor desde el principio, cuando ella y su marido se conocieron en Nueva York y fantaseaban sobre su futuro en cartas cuyo remitente siempre era «Departamento de especulaciones». Después vinieron el matrimonio, una hija, lo que se comparte y lo que sólo es de uno mismo. Hasta que todo se tambalea porque él abre la puerta a una tercera persona e irrumpen el dolor, la indagación en la búsqueda de una explicación a ese dolor, el miedo y la enorme rabia que puede explotar hacia dentro o hacia fuera.
Se podría pensar que estamos ante una historia más sobre el matrimonio, pero nada más lejos de la realidad. Para empezar, porque la esposa es una escritora y profesora de exquisita sensibilidad y cultura que con la misma naturalidad cita a Yeats, Rilke, Eliot o a los cosmonautas rusos y la sabiduría zen, que nos hace estremecer describiendo el roce de un mechón de pelo de un bebé o demuestra una especial lucidez al explicar en unas pocas líneas, y utilizando una expresiva metáfora, por qué un hombre elige a una u otra mujer. Pero sobre todo este libro es especial porque la autora ha encontrado el cauce idóneo para introducirse en esa «mancha difícil» que es el amor: una escritura fragmentada, como piezas de un rompecabezas que hablan de deseos, miedos, sensaciones, de recuerdos de la infancia y de afanes cotidianos, de los pequeños detalles y los pensamientos que saltan de una cosa a otra. Al terminar la lectura sabemos que Jenny Offill (1968) es una escritora espléndida a la que no hay que perder de vista.