El frío bisturí de Lorenzo Silva
El ganador del penúltimo Premio Planeta, Lorenzo Silva, vuelve con otro título de su popular saga del brigada y la sargento de la Guardia Civil Bevilacqua y Chamorro. Desde la serie de Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán no se había conocido en España un fenómeno literario parecido. Ambos escritores han conseguido la difícil proeza de popularizar entre el gran público la novela policiaca mediterránea. «Los cuerpos extraños» quizá sea la más mediterránea de sus novelas, pero no hay que llamarse a engaño, lo es de forma circunstancial: el ambiente de la costa levantina, la corrupción en una ciudad crecida al amparo de la especulación inmobiliaria y los pelotazos de los concejales de urbanismo de la costa alicantina, aunque bien podía haberse situado en Marbella, la Andalucía de los ERE o en la Galicia del «caso Pokemon».
Estilo forense
La historia está inspirada en el crimen del alcalde de Polop, asesinado por dos sicarios checos contratados en un puticlub, pero Lorenzo Silva ha querido ir más lejos con el asesinato de una alcaldesa valenciana opuesta a la corrupción política actual y la especulación inmobiliaria, que de forma más seria ha denunciado el escritor valenciano Rafael Chirbes en novelas como «Crematorio». Literariamente Silva es un escritor muy discursivo y formal. Se diría que ha logrado la proeza de adaptar el lenguaje del informe policial al género de detectives convencional modelo «whodunit», recreándose en el estilo de la retórica fría del atestado policial. No es pues extraña la parsimonia con la que el brigada Rubén Bevi-lacqua narra en primera persona la historia y va armando con un estilo de informe forense la trama policial. Esta voluntad de estilo espartano le añade un plus de realismo al relato por sus continuas referencias al procedimiento que debe seguir cada número de la Guardia Civil en sus pesquisas. Además, este tipo de monólogo interior su igéneris le permite digresiones personales y referencias intertextuales que cumplen la función de armar un relato hipotenso y antirromántico sin grandes revelaciones ni situaciones dramáticas que tensen la acción, pues la voluntad del autor es desdramatizar ésta y mostrar que así encara la Guardia Civil las investigaciones criminales. Un relato carente, por tanto, del glamour y el dramatismo de las novelas negras que él admira, como las de Chandler o su modelo, Simenon. Para Silva lo más importante es la reciedumbre de sus antipáticos protagonistas, menos fatalistas que bondadosos, y la falta de moralidad de los corruptos, a quienes dedica su trabajo para desenmascararlos y ponerlos a disposición judicial. Son novelas morales con formato detectivesco en las que Bevilacqua reflexiona sobre la corrupción en una España dominada por la cleptocracia, con un énfasis político un tanto ingenuo y un lenguaje tan pulido y rebuscado que remite a un tipo de literatura policiaca tan alejada del relato clásico como del posmoderno.