El Guernica nació en La Coruña
Un volumen con abundante información inédita recorre los años gallegos del niño Picasso
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Pablito no llegaba a los nueve años cuando su familia se trasladó a La Coruña desde su Málaga natal. La Escuela Provincial de Bellas Artes se convertiría en el laboratorio donde su talento se puso a prueba. Su padre, uno de sus maestros, fue testigo de la evolución de un niño que entró pintando como un niño y cuyas obras resistían el pulso de los grandes en la céntrica Calle Real. Ahora lo explicaremos. El volumen, que se lee como una novela (en algunos de sus pasajes casi de aventuras) es el fruto de ocho años de investigación, de una labor detectivesca y de buceo e inmersión en archivos por parte de Rubén Ventureira y Elena Pardo, que ayer presentaron el volumen «Picasso azul y blanco» (Hércules). «El libro tiene un diseño casi artesanal. Teníamos claro cuál había de ser su estructura», asegura Ventureira, quien nos deja sorprendidos cuando le preguntamos por algunos de los hallazgos que se revelan a lo largo de sus páginas: «Hay unos tres o cuatro por página», asegura con orgullo. Y es que la etapa coruñesa del artista ha sido muy poco estudiada, casi se ha pasado de puntillas por encima de unos años que fueron claves para la configuración del artista que posteriomente se convertiría en el revolucionario de la segunda mitad del arte del siglo XX: «No se conocía y estaba un tanto culta. Apenas alguna mención. Se dio a conocer un poco después de la publicación del volumen de Palau i Fabre, ‘‘Picasso vivo’’ en 1981. Richardson, otros de sus grandes estudiosos, también profundizó, pero no llegó muy lejos. Éste es el libro que faltaba en nuestra biblioteca».
Sus compañeros de pupitre
El texto habla de sus primeros años y descubre sus notas, los nombres de quienes fueron sus maestros, además de su progenitor y Amorós y Botella, las asignaturas que cursó, quiénes fueron sus compañeros de pupitre. «Tenía diez años y era el más joven con diferencia, pero ya apuntaba y era portentoso», asegura. Recuerda el autor que una de las partes que ha levantado mayor entusiasmo e interés es la dedicada a la temática clásica. Están ahí los faunos. El primero lo dibuja en 1894, una figura que será una constante en su producción posterior y recogerá después en la de Antibes. Y también los mosqueteros, que vuelve a reproducir en sus últimos días. ¿Y «El Guernica»? ¿Se podría haber fraguado en ese caldo de cultivo coruñés? Ventureira no lo descarta, tiene, junto con Pardo, su teoría, «que no quiero decir que sea irrefutable, sino que también está ahí y es que Picasso en la farmacia que frecuentaba de Gumersindo Pardo Guerrero veía cada vez que la pisaba un grabado de «La matanza de los inocentes» de Rubens. Al pasar por allí y verlo, pudo grabarse en su cabeza y servirle de inspiración posterior», señala.
El libro también retrata en texto e imágenes cómo era La Coruña de la época. Con sus 40.000 habitantes, muy movida culturalmente y con una particularidad: los artistas exponían en los escaparates de las tiendas de la calle Central, la más céntrica. Él paseaba por allí con frecuencia y se fijaba en quienes mostraban sus obras. Hasta que le llegó el turno.
Uno de los capítulos que marcará la vida del artista será la muerte de su hermana Conchita. De hecho, ambos autores se han detenido en un lienzo titulado «Bautizo», tal como lo tituló el Museo Picasso de Barcelona. Investigando, en la parte de atrás había una inscripción anotada: jueves 10/1895 Coruña. Ambos autores rastrearon los jueves 10 de ese año. Llegaron a la conclusión de que sólo hubo uno, y ése fue en el que falleció la hermana. No era, pues un bautismo, sino todo lo contrario y así lo rebautizaron como «Un responso por la hermana muerta en la capilla de San Amaro». «En plena enfermedad de la niña le pidió a Dios: ‘‘Si salvas a Conchita dejo de pintar’’. Era lo más que el niño podía ofrecer pues era renunciar a su pasión a lo que era su vida. La pequeña falleció, por eso decimos que Picasso fue pintor por decisión divina». Y es a partir de ahí, explica, cuando su obra da un salto cualitativo y crece, se engrandece».
Crítica elogiosa
La primera vez que expuso fue en febrero de 1895 y poco tiempo después volvió a exponer. Las críticas fueron tan elogiosas que le llegaron a comprar con Giotto. “No dicen aquellas obras pcitóricas que su autor es ya un artista. Pero algo dice. Dicen que lo será. Y esto es mucho», se puede leer en la reseña.