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El nazi exorciza «Los demonios»

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  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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No deja de resultar curioso que Heimito von Doderer, el autor de una de las novelas más extensas y monumentales del siglo XX como «Los demonios», también haya sido capaz de escribir relatos y microrrelatos tan breves que, en algunos casos, ni siquiera llegan a las cincuenta palabras.
Franz Carl Heimito Ritter von Doderer, más conocido como Heimito von Doderer, fue uno de los escritores fundamentales de la Europa de posguerra en general y de Austria en particular. Nacido en 1896, en el seno de una familia aristócrata en pleno ocaso del Imperio Austrohúngaro, la llegada de la Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias desastrosas para él y su familia: sus padres perdieron gran parte de la fortuna que habían amasado durante años haciendo obras públicas y Heimito (apodo germanizado del nombre Jaimito, que su madre oyó de paseo por España y con el que decidió llamarlo cariñosamente) terminó en Siberia como prisionero de los rusos tras haberse alistado primero como voluntario y después como soldado de infantería.
Regresó a Viena en 1920, convencido de dos cosas: de que quería ser escritor y de que haría, además, una obra inmensa. Pero en 1936, cuando comenzó la redacción de «Los demonios», tuvo la ocurrencia de mudarse a Alemania, afiliarse al Partido Nacionalsocialista y eso, cuando terminó la guerra, resultó imperdonable, pues las autoridades austriacas le vetaron la posibilidad de que sus libros se publicasen allí.

Aquel bibliotecario

Así que von Doderer no tuvo más remedio que apuntarse a un curso de bibliotecario para ganarse la vida y, mientras sus amigos conseguían maquillar sus pasados, seguía escribiendo «Los demonios» y unos cuantos relatos y microrrelatos en los que, como en esa mastodóntica novela coral de más de 1.500 páginas sobre la vida vienesa de posguerra que culminó y publicó en el año 1956, hace gala el autor de una técnica narrativa que más de un autor moderno quisiera emular y presenta, también, una serie de personajes atravesados por el devenir de su existencia, por la determinación con que asumen sus destinos y por el caos, siempre imprevisible pero siempre presente, que rige cada una de las vidas.