Literatura

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El peligroso padre de Bourne

Robert Ludlum enfrenta al agente Scofield con la KGB en «El círculo Matarese». «El círculo matarese». Robert Ludlum. UMBRIEL.544 páginas. 20 euros

Ludlum escribe con la contundencia de un aizkolari. Sus tramas son tan densas que te atrapan y golpean con violencia
Ludlum escribe con la contundencia de un aizkolari. Sus tramas son tan densas que te atrapan y golpean con violencialarazon

Si la novela que consagró a Robert Ludlum fue «El círculo Matarese» (1979), es curioso que hoy sea más conocido por la trilogía que ha inspirado las películas de Jason Bourne. Inicialmente, no fue el cine sino la televisión la que adaptó el primer título, «La identidad de Bourne» (1980), con un resultado mediocre, hasta que en 2002 Hollywood rescató del olvido al primer agente secreto con amnesia traumática, interpretado por Matt Damon, convertido instantáneamente en el prototipo del héroe posmoderno: un espía sin identidad, trágico, en búsqueda de un yo tan problemático y conflictivo como el de Edipo.

Era lógico que frente a Bond, estereotipo del espía bélico en las novelas y de la Guerra Fría en el cine, Hollywood redescubriera a este personaje, escindido como Jasón, para representar el emblema del nuevo héroe problemático de los relatos populares, y no a Bray Scofield, su precedente y modelo en «El círculo Matarese». Ambos son máquinas sin conciencia entrenadas para asesinar a sangre fría. Alejados tanto del fantasioso Bond, un mito pop, como de los vetustos espías del comienzo de la guerra fría, angustiados moralmente por su trabajo criminal. Los agentes de Ludlum, modernizador de la novela de intriga, han superado la etapa de duda moral, incluso la confusa indistinción de Le Carré entre topos de varias agencias. En ellos prima el pragmatismo y nada es ya lo que parece desde que la guerra fría entra en su última etapa, con Rusia en descomposición y Reagan y Thatcher dándole la puntilla al comunismo.

Chivos expiatorios

El libro está impregnado de esa nueva situación política y moral, aunque permanecen viejos tópicos como esos descomunales enemigos secretos que ponen en jaque a las agencias y convierten a los espías en objetivos preferentes y chivos expiatorios de todos ellos. Lo que caracteriza y guía a los espías de Ludlum es la exacerbación paranoica -esencia del espionaje-, clave para sobrevivir en tan nuevas y confusas circunstancias. Ésta es la lección postrera de Ludlum antes de convertir a sus agentes en seres sin identidad enfrentados a un enemigo difuso. Scofield es el último héroe capaz de aliarse con su archienemigo ruso, Talienikov, que sufre su suerte, para combatir a la CIA, la KGB y a una siniestra organización sólo comparable con «Los trece», misteriosos prohombres por encima de la Ley de Balzac, la primera que sentó las bases de cuantas organizaciones conspirativas han querido dominar el mundo: desde Spectra al Círculo Matarese.