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El tango hablado de Borges

El tango hablado de Borges
El tango hablado de Borgeslarazon

Borges amaba el tango. Lo cual no quiere decir que Borges amara el tango así, a secas, en su totalidad, pues no tuvo reparos en poner en jaque algunos de los mitos más aceptados y en mostrar su preferencia por el tango orillero del compadrito, el que se bailaba con ritmo endiablado con un cuchillo en la mano y el que, según Borges, nació en 1880, en las casas de mala vida de Palermo y del Barrio Sur.

Así lo afirma el escritor argentino en estas cuatro conferencias que pronunció en 1965 en Buenos Aires y que no habían sido publicadas si no se hubieran dado, borgeanamente, una serie de hechos y circunstancias. Las conferencias, que fueron grabadas por un gallego que fue a escuchar a Borges en un piso del barrio de Constitución, terminaron en manos de Bernardo Atxaga, quien, a su vez, se las envió a César Antonio Molina y éste a la viuda de Borges, María Kodama, quien confirmQó que las grabaciones eran auténticas.

Borges traza una genealogía arbitraria y sentimental del tango: sitúa su «origen infame» en el Barrio Sur de Buenos Aires y le otorga en sus inicios una emoción alegre y una «jactancia valerosa», propia de compadritos que eran capaces de batirse a duelo con cuchillos y de ir a la cárcel muchas veces pero siempre «por homicidio».

Esa «secta del cuchillo», cuyos miembros no tenían por qué tener malas costumbres, señala Borges, se ha perdido, más allá de que perdura en las milongas, en la «elegía de quienes ya no son» y en la melodía perenne de los primeros tangos como «La morocha» o «Don Juan». Una época que nació en 1880 y que se terminó en el año 1917, cuando Carlos Gardel grabó «Mi noche triste» y fue cuando la poesía entró de lleno en el tango. Se puede estar de acuerdo o no con Borges sobre la historia del tango, pero, en cualquier caso, no hay duda de que estas conferencias son fruto de un escritor que no sólo ha reflexionado sobre este baile, sino que, como cada persona nacida en Buenos Aires, encuentra en él una emoción que huele a coraje y que ofrece a todos un pasado tan infame como imaginario.