Error de juventud
El novelista inglés David Mitchell acaba esta novela coral con la frase que, quizá, condensa su literatura: «¿Qué es un océano sino una multitud de gotas?». Porque ya la primera novela de Mitchell, que vivió años en Japón, se titulaba «Escritos fantasma» (1999), transcurría por distintas ciudades del mundo y usaba nueve narradores cuyas historias se entrelazaban. Su mundo es la amalgama de personajes y universos lejanos que se interpretan en un único plano literario. Así, el lector de «El atlas de las nubes» podría pensar, al principio de la obra, que se va a encontrar con una suma de relatos más o menos largos («Cartas desde Zedelghem», «El primer misterio de Luisa Rey»...), pero nada más lejos de la realidad, pues Mitchell no sólo va construyendo personajes que comparten algunos de los textos, sino que gusta del modelo de los jardines japoneses de arena: cada onda y cada pequeña piedra tienen un sentido en la mirada del espectador.
Sin embargo, por mucho que ejerza de relojero oriental, el autor no puede renunciar a su humor inglés y sus personajes a veces parecen el Wilt de Tom Sharpe (así, por ejemplo, Timothy Cavendish, un editor que pierde la memoria y acaba internado en un geriátrico). A sus criaturas, como decía Scott Fitzgerald en una de sus obras, «todo el mundo había tratado de hacerles pagar los errores de su juventud».
«El atlas de las nubes»
David Mitchell
Duomo
599 páginas, 21 euros