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Ferres, perdido y hallado

larazon
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Quizá no se ha denunciado bastante el reconocido error o la decidida mala fe con la que algunos críticos y escritores españoles descalificaron a destacados integrantes del realismo social de la generación de 1950. Armando López Salinas, Alfonso Grosso, Jesús López Pacheco o Antonio Ferres serían encuadrados en una novelística «de la berza», en clara alusión a una estética reivindicativa y hasta revolucionaria, presuntamente acrítica y poco dada a sutilezas psicológicas o conceptuales. Con el tiempo, se ha ido revisando esta injusta apreciación, reconociendo el valor literario de una estética que pretendió testimoniar la dura y deshumanizada realidad de una extensa postguerra civil. Contribuye a este nuevo enfoque rehabilitador «Buscando a Antonio Ferres», de Francisco García Olmedo (Cádiz, 1938), escritor de formación técnica y científica que, huyendo de la biografía convencional, ofrece aquí un retrato riguroso y emotivo del autor de «La piqueta» (1959) quien, con sus lúcidos noventa años a cuestas aporta sus recuerdos a la manera coloquial de un excelente conversador. Revive así su militancia comunista, de escasa obediencia partidista; las décadas de docencia en universidades estadounidenses impartiendo literatura española, su visita a la URSS bajo el «deshielo» de Kruschev, su dedicación cervantista, la mantenida amistad con colegas como Juan García Hortelano, Ángel González o Max Aub, su notable condición de poeta, su antipatía hacia Neruda; la experiencia del exilio, con León Felipe como admirado referente, o su amor por Doris Rolfe, traductora, profesora, y compañera de tantas vivencias. Es este el retrato de un escritor marcado por la itinerante provisionalidad y un tranquilo desarraigo, consciente de que el precio de la libertad crítica es la soledad asumida a la vez como un resorte de la creación artística. En un lejano recorrido geográfico por la España profunda, un lugareño le espeta en tono festivo el adjetivo de «escotero», que se atribuye a quien viaja ligero de equipaje; inmejorable definición machadiana para nuestro recuperado novelista.