García de Cortázar y su otro rostro
Estas páginas resultan otra impagable lección de Historia de García de Cortázar, salvo que en esta ocasión ha decido abordar el género de la novela. La voluntad de estilo de sus obras divulgativas lo hacía previsible, natural y coherente. Y su debut ha sido por la puerta grande, –no sólo por alzarse con el XII Premio de Novela Histórica Alfonso X el Sabio–, sino por el buen músculo narrativo que demuestra. Agustín Rotaeche le deja en herencia al joven historiador Fernando Urtiaga los documentos relativos a una extravagante figura: el diplomático y novelista Ángel Bigas, que resultará todo un enigma que Urtiaga (alter ego del autor) se propone rescatar del olvido y reconstruir su compleja personalidad unamoniana. La figura de este conspirador y sus múltiples rostros –que incluyen su implicación en espionaje o tráfico de armas– se confecciona a través de testimonios de personajes que le trataron (Sánchez Mazas, Foxá, Azaña...) en un auténtico caleidoscopio de voces que el lector debe recomponer. Aunque su verdadero ser no se despeja del todo, salvo en lo que importa para el hilo argumental, quedándose en una incógnita con múltiples semblantes: truhán, intrigante, hombre enamorado que protagonizará un idilio clave para comprender algunas de sus actuaciones. Un quijote sacrificado a la inútil devoción por los ideales de una época que pugnaba entre lo conocido y los cambios venideros.
Sin pintoresquismo alguno y dominando el tiempo como auténtico protagonista del relato, asistimos al estallido de la primera Gran Guerra y al periodo que sucederá hasta la Segunda.Transitaremos por Europa a través de la caída del Imperio austrohúngaro y el auge de los totalitarismos; el Madrid de las tertulias literarias, el San Petersburgo del final del zarismo, la Roma de Mussolini.Y escucharemos a personajes ficticios compartir tinta con otros reales como Pérez de Ayala y Valle-Inclán.