Crítica de libros

Intimidar en el horror

Intimidar en el horror
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Cuando una novela viene recomendada por Ishiguro, merece la pena ser leída. Mucho más cuando uno se adentra en la primera línea y conoce la embriagadora voz que Barry presta a su narrador, mezcla de picaresca, asombro, encanto, lirismo y jerga. Alguien capaz de hablarnos como si no hubiera un mañana, como si realmente los días no tuvieran final, tal y como refleja el título. Ya hemos entrado hasta la antesala de estas páginas y no podemos huir de la acumulación vertiginosa de inhumanidad y amor robado, que nos lleva a profundizar en la vida de dos soldados que logran encontrar su espacio de intimidad en medio de los horrores de la sangrienta fundación de la América moderna.

Thomas McNulty es un huérfano irlandés que emigra a América durante la hambruna de la patata. En la frontera de Missouri, junto a su mejor amigo John Cole, trabajarán en un salón disfrazados de bailarinas para alegrar la vida de los mineros locales. Cuando los jóvenes maduran lo suficiente como para no poder hacerse pasar por damiselas se alistarán en el ejército para luchar de día como soldados en las brutales guerras indias... y ser amantes bajo el secreto manto de la noche. Sus vidas se verán colmadas por el encuentro con Winona, una india de nueve años a la que cuidarán como a una hija. Con la guerra de Secesión en ciernes, ambos jóvenes se unirán al Ejército de la Unión y serán arrastrados a un desierto de crueldad furiosa y sin sentido.

Una narrador convincente

La voz de Barry, absolutamente convincente, suena tan poderosa y propulsora a lo largo del libro que resulta imposible abandonar esta historia de inhumanidad y amor robado. Da igual que nos hable de la nostalgia de su juventud o del caos de la batalla, porque continuamos escuchando los giros plausibles y brillantes que construyen este western violento, creíble y magníficamente lírico.

Barry –conviene recordar sus otras dos novelas finalistas del Premio Man Booker: «Más y más lejos» (2005) y «La escritura secreta» (2008)– maneja los códigos de la novela a la perfección y sabe evocar el mundo de lo privado, lo interior, silencioso y sagrado que contrapone a la otra existencia, formada por fronteras amplias y dispares. El paralelismo entre la construcción de América y el periplo vital de McNulty resulta tan emocionante como revelador. Una aventura que, por cierto, tal vez no haya terminado... o se haya desplazados hacia otras esferas y espacios. Imperdonable no devorar este libro escrito con gloriosa melancolía en el que todos los que atraviesan sus páginas corren un peligro mortal y donde solo la pureza redime de la insignificancia.