Ishiguro y el caballero del dragón
Pasan los libros y la creación de Kazuo Ishiguro es, poco a poco, y cada día más, una obra en sí misma que comenzó a escribirse en la década de los ochenta con un par de novelas de corte japonés («Pálida luz en las colinas» y «Un artista del mundo flotante») y que, con el correr de los libros y de los años, ha ido formando un corpus narrativo propio, sólido, con obras siempre diferentes las unas de las otras y en un diálogo constante con una tradición literaria personal. En el caso de Ishiguro, esa tradición ha sido marcada por recursos y formas extraídas de la narrativa europea del siglo XX (como se refleja en la kafkiana «Los inconsolables», por ejemplo), de historias de tintes distópicos (plasmadas en esa bella rareza que es «Nunca me abandones») y, ahora, de la épica y el viaje, como lo hace de manera sorprendente en su nueva novela.
Séptima tras la pausa ofrecida con los relatos de «Nocturnos», Ishiguro recrea en «El gigante enterrado» el paisaje de otra época, la Inglaterra legendaria de hace más de mil años, pero compone, no obstante, una trama que ha sido pensada para los lectores actuales, capaces de conservar, detrás de un decorado tejido por una imaginación desbordante y por la creencia en la existencia de ogros y dragones, la memoria de un presente que está hecho de historias, de escenas y palabras.
Convivir entre ruinas
Así, con un estilo simple y cadencioso, de tono crepuscular, el autor de «Lo que queda del día» introduce en esta novela al lector, casi de manera natural, en un contexto histórico determinado: cuando los sajones y los británicos convivían entre las ruinas que habían dejado los romanos, en diversas aldeas esparcidas a lo ancho del territorio y rodeadas por leyendas que hablaban de ogros y de dragones que habitaban entre la bruma. Un marco propicio para que, en esta novela en la que, por momentos, se respira una atmósfera de una melancolía asfixiante, aparezcan en escena dos personajes como Axl y Beatrice, una pareja de ancianos que ha perdido a su hijo, aunque ninguno de los dos puede recordar cómo ni cuándo fue, pues la niebla que exhala el dragón Querig les ha borrado, creen, la memoria y el sentido.
Mezcla absorbente de fábula y de épica que se unen en una narración hilarante y onírica, «El gigante enterrado», más allá de estar estructurada como un relato puro, lleno de aventuras de antaño, de peleas y de espadachines, de traiciones y de monstruos (un periplo extraordinario en el que los ancianos se encontrarán con guerreros, con caballeros que pertenecieron a la orden de Arturo, con monjes que practican extraños rituales de iniciación), es una novela que, en el fondo, indaga en cuestiones que tienen que ver con un presente que se escapa en un perpetuo movimiento, con el sentido del tiempo, con la memoria de las cosas y del amor, con el olvido y los fantasmas de un pasado que acaban configurando, después de todo, una manera de entender y de concebir el mundo que nos rodea.