Italo Svevo, el criticón
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Autor de «La conciencia de Zeno», Italo Svevo es uno de los pilares de la narrativa moderna en italiano y un buen ejemplo de la encrucijada cultural literaria e identitaria que representa su ciudad natal de Trieste. Desgajada del Imperio Austrohúngaro, todavía en época de entreguerras era un pedazo de la Mitteleuropa, un cruce de corrientes literarias y de pensamiento centroeuropeas del fin de siglo. Así se ve en la reflexiva narrativa de Svevo, influida por el psicoanálisis de Freud, en su teatro, pendiente de lo que ocurría en Milán tanto como en Viena, o en sus ensayos críticos y reseñas. Por fin podemos apreciar ahora en toda su riqueza la prosa ensayística del escritor, que hasta ahora no era de muy fácil acceso en nuestra lengua, gracias a una iniciativa muy meritoria tanto del compilador y traductor Cuqui Weller como de la editorial Páginas de Espuma. El libro se compone fundamentalmente de sus colaboraciones de prensa con el pseudónimo de E. Samegli, sobre todo en «L'Independente», de tendencia liberal, pero también conferencias y corresponsalías ocasionales, como sus crónicas de actualidad desde Londres, escritas entre la admiración filoinglesa y la curiosidad de un europeo continental. Mención especial merece su labor de crítico de novelas contemporáneas de estrenos teatrales, que toma el pulso a la vida cultural de su época. Las críticas de teatro son muy significativas, desde su primer ensayo sobre el Shylock de Shakespeare hasta sus reseñas de los estrenos. Hay que recordar que durante su primera etapa en este periódico aparecen su obra teatral «Ariosto gobernador» y sus primeras narraciones. Muestra Svevo también afición por la filosofía alemana, y en concreto por Schopenhauer, como en las páginas que le dedica a Giordano Bruno, y cierta crítica de la cultura francesa, como se ve en las referencias a Ernest Renan.
Schopenhauer y Joyce
Otras páginas –como el largo ensayo que ocupa de la 323-379– dan fe de su amistad con Joyce, al que conoció como en principio profesor de inglés: puede que Joyce, como recuerda el prólogo, retratara al autor italiano en su inmortal Leopold Bloom. Pero acaso donde más vivo se muestra para el gusto de hoy sea en la crítica de la sociedad y del mundo cultural: vean cómo arremete contra la obsesión italiana por las academias, algún pasaje muy de actualidad sobre la (escasa) cantidad de lectores (p.169) o cuando dice –con malicia– «sobre la crítica italiana no se puede hablar mal porque no existe». Touché. Podemos aprender mucho de la delicadeza estética, del pensamiento afilado y de la hábil crítica literaria que ejerció y, sobre todo, disfrutar de estos ensayos selectos.