José María Beneyto: «“Garbo” cambió el curso de la historia»
José María Beneyto / Catedrático de Derecho y escritor. El autor valenciano acaba de publicar «El espía que engañó a Hitler», novela en la que hace un repaso de la curiosa historia del personaje, que entrelaza ficción y realidad en una combinación perfecta
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El autor valenciano acaba de publicar «El espía que engañó a Hitler», novela en la que hace un repaso de la curiosa historia del personaje, que entrelaza ficción y realidad en una combinación perfecta
No me gusta cuando los políticos escriben de política, a menos que estén retirados y tengan mucho que contar. Pero sí tengo que reconocer que hay algunos que navegan en las historias de ficción con una destreza extraordinaria, sobre todo cuando están basadas en hechos reales que les entusiasme. Vamos, que entre los mandatarios hay buenos oradores, como debe ser, y también buenos escritores, como el popular José María Beneyto, quien acaba de publicar una novela delirante sobre un acontecimiento histórico que parece pura ficción: la vida del doble espía español que colaboró contra el régimen nazi. Juan Pujol, más conocido como «Garbo», cambió el curso de la historia. Fue, sin duda, «El espía que engañó a Hitler» (Espasa). Y así contado, cualquiera pensaría que era un seductor, y sí, pero también un hombre básico, criador de pollos, que no hablaba inglés. «Eso es lo sorprendente de la historia», dice Beneyto.
- Hombre gris
No había salido de Madrid y, sin embargo, fue capaz de montar 27 historias ficticias de subagentes, que no sólo convencen a los alemanes, sino que también hacen que se convierta en el agente más valorado de sus servicios secretos. Algo debía tener, digo yo, y no sólo la verborrea. También gran encanto personal, que se aprecia en las últimas entrevistas que le hicieron cuando volvió a España. Pero, además, debía de ser extraordinariamente listo, rápido, con esa astucia casi atávica de alguien que lo había pasado muy mal en su juventud, sin ser reconocido, en medio de muchos fracasos. De hecho, lo curioso de Pujol –y eso fue lo que más me llamó la atención al principio– es que se originara en su mundo de invención. Se refiere Beneyto a que lo único que hacía bien este sujeto, un tipo real pero de novela, era inventar personajes, engañar a los alemanes y a los británicos, y sacarles todo el dinero que podía. Pero fuera de la aventura, era un hombre gris.
El color, tal vez en buena parte, se lo aportó su pareja: «Es muy importante la figura de Araceli. Hace pocos meses los Servicios Secretos Británicos sacaron a la luz nuevos archivos que publicó la Prensa sobre ella, una mujer con una personalidad muy fuerte y decidida. Y, además, muy atractiva. En su juventud tuvo fama en Galicia de seductora. O sea que, Juan Pujol, debajo de esa apariencia con orejas como de murciélago y esa voz un poco gangosa, debía ser también un personaje apuesto. El caso es que, cuando había dudas, entre los dos se espoleaban y eso fue muy importante para él». De todos modos, esta no fue la única mujer en la vida de «Garbo», pero claro, él era un agente al fin y al cabo, aunque ciertamente particular. «Pero, además, en el caso de la espía rumana, no se sabe quién seduce a quién». Bueno, como en la vida. Al final, es lo que pasa con las novelas: que se parecen mucho a la realidad, incluso cuando no tienen nada que ver con ella. Más aún cuando tienen base real, como sucede en la historia de «Garbo». Un nombre que, por cierto, le pusieron los ingleses y que no sé cómo descubrió Beneyto: «Siempre me ha interesado mucho el mundo de los espías. Y te diré que, en los últimos años, cada vez más. Creo que estamos en un momento en el cual los servicios secretos y la capacidad de desinformación es algo muy actual. Todo el problema Putin y su intervención en otras elecciones y el punto de acción híbrida, como se llama ahora, donde no se sabe muy bien qué es propaganda, desinformación o engaño estratégico. Bueno, pues todo esto se descubre en la II Guerra Mundial a raíz de estas operaciones encubiertas que, según Churchill, fueron las decisivas en la victoria a los británicos. Y ahí, en el centro, aparece este personaje».
- El gran salvador
Una figura de Barcelona, soldado de la República que se escapó del bando para llegar al Nacional pensando que iba a ser el gran salvador y lo metieron en un campo de concentración en Deusto. Aunque lo más llamativo es cómo consiguió cambiar el rumbo de la historia: «Su mérito fue ganarse la confianza de los nazis y de los británicos. Cuando empieza a escuchar la BBC y decide convertirse en un espía, que lo único que verdaderamente puede hacer para ayudar a los británicos es ponerse a su servicio, ofrecérseles como alguien que pueda trabajar como agente de información, piensa que se puede ir a Londres y, a través de la BBC en español, pasar información. Una cosa delirante. A partir de ahí, va “in crescendo” y empieza a mandar mensajes totalmente inventados, a excepción de una parte que sacaba de los periódicos. El caso es que va introduciendo ficción y realidad, y adquiriendo fuerza, hasta que consigue engañar también a Hitler sobre algo tan decisivo como el punto en el que iba a tener lugar el desembarco de Normandía».
En ese momento él era un espía doble al servicio de los alemanes y de los británicos y justo después de ese episodio le condecoran en ambos lados: «Así es. Es el único personaje en la historia condecorado por los dos ejércitos, con la Orden del Imperio Británico y la Cruz de Hierro, aunque esta última la recibe en el momento y la primera en los años 80, ya que cuando acaba la guerra tiene que escaparse porque hay quien piensa que él sigue siendo un agente alemán». Está claro que, si alguien se inventa una historia como la que ha recogido Beneyto en las páginas de su libro, no hay quien se la crea, pero ya sabe lo de Wilde de la ficción y la realidad: la última siempre supera a la primera.
Personal e intransferible
Nació en Valencia hace «algunas décadas, pocas... soy gran defensor de la intimidad personal». Tiene tres hijos, de los que se siente orgulloso, aunque también «de haber hecho muchas cosas interesantes y de seguir haciéndolas». Perdona siempre y olvida demasiado rápido. Le hacen reír «los que se ríen de sí mismos» y llorar, «todo lo que afecta a las personas en su humanidad». A una isla se llevaría música clásica y libros. Le gusta comer «todo muy mediterráneo: paella, pescado y vino blanco». Su manía es «ser poco indulgente ante los actos de estupidez, la mía la primera». Su sueño recurrente es «navegar por un mar que no parece tener límites». Su vicio son «las mujeres bellas e inteligentes, como mi entrevistadora». De mayor le gustaría ser «residente en el paraíso» y, si volviera a nacer, salvavidas.