La fotografía no es la realidad
A firma Sebastian Eschburg: «La verdad es fea, huele a sangre y excrementos. Es el cuerpo abierto, la cabeza de mi padre, que voló de un disparo». Eschburg es el personaje que crea Ferdinand von Schirach en su nueva novela, «Tabú». Obra fascinante que continúa la reflexión del conocido abogado y jurista alemán en sus libros de relatos «Crimen» y «Culpa»: una mirada «forense» sobre el mal en el hombre. Con un lenguaje de bisturí Schirach, preciso en su lenguaje, se aproxima al hombre sin atributos de Musil o a los paseos sobre la nieve de Robert Walser. Su protagonista, Eschburg, un joven que ve la realidad en colores y que ha vivido en una familia rica que se empobreció, y que hace provocadores montajes con fotografías, se ve involucrado en un supuesto crimen. Un abogado, quizá una proyección del propio Schirach (tan enigmático como especular en esta novela), le defenderá. Para el protagonista la realidad (descrita al estilo de Robbe-Grillet) se construye de miradas y objetos, de tal manera que nos cuenta un acto sexual en un coche, pero se fija en el ciclista que les mira. O entra en contacto con un productor de pornografía para ver un bukkake o conoce a una extraña mujer que le cuenta cómo hacen películas snuff con chicas ucranianas asesinadas. Eschburg reflexiona sobre la posibilidad de crear nuevas personas fotografiadas superponiendo imágenes de personas diferentes, como si la realidad (clave del final de la novela) al mezclarse en un espejo pudiera crear, por ejemplo, una nueva mujer, una mujer «artificial» que se viera más joven que las que habían posado, donde las irregularidades, las arrugas, las impurezas de la piel desaparecieran. Y donde todo adquiriera una extraña simetría que otorgara a esa mujer una distante y perfecta hermosura. La cámara sustituiría aquí a la naturaleza, ya no sería cuestión de arte, sino de una verdadera «creación» del objeto o la persona fotografiada.
Montajes visuales
El protagonista, que comentará las Majas de Goya o visitará Mallorca, se acaba haciendo famoso con sus montajes visuales de fotografías, aunque nunca parecerá que se pueda entrar en él incluso para sus relaciones. Ella le dirá: «Nunca estás del todo». Quizá la fotografía le muestra la íntima confusión de la realidad, allí donde superponer imágenes de personas crea una nueva persona, porque el mundo se construye en cada mirada y se destruye en cada desviación de los ojos. Recuerda los momentos en que empezaba a aprender y vino una mujer mayor a que le hicieran fotos desnuda: «Velos de tul sobre las estrías del embarazo, una luz tenue para disimular las arrugas, un filtro de desenfoque para el trasero, los muslos y la barriga, cinta adhesiva invisible para levantar el pecho». Schirach, nieto del jefe de las Juventudes Hitlerianas condenado en Núremberg, obtiene materiales narrativos de sus experiencias judiciales tanto en sus libros de cuentos como en su primera novela «El caso Collini». Aquí también mostrarán al lector cómo lo prohibido tiene barandillas estrechas entre el crimen y la culpa, y es nuestra mirada la que transforma el sentido del mundo y las máscaras del mal.