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La guerra más sucia y silenciosa

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Ya no se puede escribir nada en México que no esté condicionado de alguna manera por el narcotráfico, ese fenómeno que, desde hace unos años, viene abonando la vida social, política y económica de ese país. Nada mejor que un género como la crónica para contar desde las entrañas lo que ocurre al convivir bajo el poder los zetas, una empresa mercenaria que amenaza con devorar todo, incluso al propio gobierno de México. Así lo cuenta el periodista Diego Enrique Osorno en «La guerra de los zetas», un libro que el autor planificó como un viaje y en el que recorre el noreste de México tras las huellas de un grupo criminal cuyo signo es la última letra del abecedario y que no sólo se dedica al tráfico de drogas, sino que también controla territorios, soborna gobernantes, extorsiones, trafica inmigrantes, órganos, y que tiene sometidos a los habitantes de los pueblos y ciudades de Nuevo León y Tamaulipas. Osorno, que creció en Monterrey, se encontró con la historia de los zetas en 2000, cuando era un periodista de veinte años y fue a cubrir la detención de un capo del cártel del Golfo que controlaba esa zona, transita con ojo clínico por aquellos lugares donde la violencia, a partir de la irrupción de los zetas, transformó la vida cotidiana del nordeste mexicano y la llenó de muerte.
«El narcotráfico es un problema con numerosas aristas», dice Juan Villoro en el prólogo de esta crónica que cruza las barreras del silencio. Aristas que tienen que ver, básicamente, con el lavado de dinero, con la corrupción, con la despenalización de las drogas y con todo un catálogo que el viaje a ras del suelo emprendido por Osorno logra poner en contexto gracias a la precisión de los datos, pero sobre todo a las historias que se encuentra y que termina dando un rostro humano.
Llegar al fondo
El autor, así, con paso firme y una mirada que intenta llegar al fondo de una guerra que lleva más de quince años, se adentra en el terreno y habla con las personas que deben convivir en medio de esta «tragedia humanitaria». Así aparecen hombres como Mauricio Fernández Garza, «el alcalde más rico de América Latina», militares que han estado en la primera línea de guerra, viejos capos del cártel del Golfo, jóvenes de los barrios pobres, víctimas de desplazamientos, de secuestros, de extorsiones, y una galería de personajes siniestros que lucran con el negocio del narcotráfico y de los zetas.
Un negocio, aclara en este libro escrito desde el epicentro del horror, que no tiene que ver tanto con la droga como con el control territorial de un grupo formado por militares desertores del ejército mexicano y bien entrenados para el combate; un grupo organizado que cuenta con fincas de entrenamientos, con redes de comunicación radial en la costa y que ha logrado construir un estado paralelo donde la única ley es la violencia extrema y su mayor beneficio la «necropolítica», un concepto que Osorno que asocia con el negocio del dolor, con la maquinaria de la muerte.