La movida, sin censuras
En la historia de los pueblos hay a veces cruces de trenes donde todo cambia, o al menos lo parece para quienes lo viven. La llamada Transición española fue uno de ellos. Y para sumergirnos en ella, Germán Pose no ha elegido la novela ni el estudio sociológico, sino hacer que dieciséis personas que la vivieron lo cuenten en primera persona, sin censuras, a su estilo y sin la corrección política que tanto se lleva ahora. A veces salvajes, a veces atacando a unos y a otros, siempre mostrando con qué rabia y valor vivieron aquellos años. Afirma Javier Timermans, el último director de la mítica «La Luna de Madrid»: «Está claro que el momento más libre de la reciente historia de España fue el final de la UCD y la primera época del PSOE tras su gran victoria en 1982; luego ya se empezaron a pervertir las cosas. Era una época gloriosa en la que no había mucho control en general. Ahora mismo se pueden repasar los números antiguos de ‘‘La Luna’’ y muchos de los escritos aquellos serían de querella o de cárcel vistos con el objetivo actual», confiesa.
Germán Pose ha estado acertado, y mucho, eligiendo, en la mayoría de los casos, personajes menores que, quizá por su carácter secundario y superviviente no retocan sus pensamientos ni edulcoran las vivencias de entonces. Tesa Arranz (del grupo Zombies) cuenta: «Fui yonqui once años, tomaba de todo. Para la bajada del ácido tomaba caballo y me gustaba mucho mezclar la cocaína con la heroína». O cuando el sacerdote Enrique de Castro (de aquellos míticos curas obreros) describe cómo, estando en Vallecas en una casa que tenía abierta a todo el mundo, le apareció un chico huido de la Audiencia de Badajoz y Enrique le explica los caminos de escape que tenía preparados si llegaba la policía. Al final, tuvo que enviarle a Francia y allí acabó entrando en la Compañía de Jesús y marchando a Nicaragua.
Una sociedad de únicos
El pintor Carlos García-Alix inicia así sus páginas: «Tenía tan clavado el recuerdo de las palizas de la policía, el olor fecal de la celda de la cárcel, las reuniones en la sombra con mis colegas subversivos que cuando escuché por primera vez en la radio la canción “Enamorado de la moda juvenil” casi me entra un ataque juvenil». Y cita al anarquista Stirner que decía que había que tener una sociedad de únicos y no de iguales. O el estilo provocador de Fernando Estrella, que abre así su aportación a este libro: «El año 1981 me pilló en la mili y la movida guapa fue la que se montó con el golpe de Estado. (...) En la mili lo que contaba eran los tíos del cuartel que me iba tirando. Fueron 69 en total, 60 antes antes de licenciarme, y los otros 9 me los tumbé durante los otros tres meses que seguí yendo». Eso sí, prácticamente todos hablan de la dualidad del espejo de aquellos años, por un lado la libertad y el brillo, y por otro la destrucción. Nada le sobra a Pose. La elección de un género de vida que se podría condensar en el título del libro, «La mala fama», bar de alterne y luego uno de los espejos de la Movida. Y que fue llevando a los personajes por un camino de losas amarillas que les descubre ahora, como el Ulises de Kavafis, más ricos en saber y en vida, y sabiendo lo que representan las Itacas para quienes se atreven a tomar por asalto Troya.