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La otra burbuja inmobiliaria

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Thomas Wolfe fue el primer escritor que me fascinó realmente». Eso dijo sobre él otro Thomas, el austríaco Bernhard, que al leer «El ángel que nos mira», la primera novela del autor americano, quedó tan conmocionado y perplejo que sintió que se «había independizado como lector» tras descubrir a un escritor capaz de «volcar limpiamente sobre el papel lo que es un hombre y su entorno como vida, es decir, precisamente como vitalidad». No es extraño que a Bernhard, después de haber leído a Wolfe, se le ocurriera escribir el primer volumen de su extraordinaria pentalogía autobiográfica, pues detrás de esa historia familiar había un escritor que se zambullía en la oscuridad para escribir «lo que es vital o está vivo.»
El entorno de vida en el que transcurre «Especulación», novela breve escrita por Wolfe en 1938 y publicada en «The American Mercury» ese mismo año, es una ciudad a la que regresa, después de muchos años de ausencia, un profesor universitario llamado John. Está de vacaciones y el verano acaba de empezar: son los primeros días de julio de 1929 y en la estación de tren lo esperan sus familiares más directos: su madre, su hermano y la sombra de un padre (y de otro hermano) perdido. También algo más: una algarabía inusitada y repentina por el avance del progreso. Por una burbuja inmobiliaria que lleva a la gente de la ciudad a especular sobre la compra y la venta de terrenos. Mientras tanto, el sistema financiero de Estados Unidos está a punto de hacer crack.
Ni social ni denuncia
Pero «Especulación», más allá de los años que han transcurrido desde su primera edición y de la similitud de la época que retrata con los tiempos actuales, no es una novela social o de denuncia. El tema, el «boom» inmobiliario, en la mirada penetrante e intensa de ese ángel que mira en la oscuridad con los ojos abiertos, que se traduce en una prosa de alto lirismo y de una profundidad que por momentos resulta abismal, se convierte, en manos de Thomas Wolfe, en un marco donde se resume la condición humana: es decir, los sueños inconclusos, la fuerza arrolladora de la naturaleza sobre el tiempo y las ruinas y todo aquello que es vital o está vivo.