Las mujeres que miraban al cielo
A Edward Pickering le encargaron la monumental tarea de catalogar todas las estrellas del cielo partiendo de una colección de fotografías que había recibido la universidad de Harvard. Se lo encomendó a un grupo de hombres... pero tras no obtener los resultados esperados, se decantó por contratar a mujeres: a su ama de llaves, la primera, quien pasó de limpiar la plata de su hogar a encargarse de observar los cuerpos celestes del firmamento. Así nacieron las calculadoras de estrellas o, como las tildaron las malas lenguas: el harén de Pickering. Pero no le movió ninguna aspiración feminista, sino el interés económico: a ellas podía pagarles la mitad que a los becarios y, según sus observaciones, hacían un trabajo mejor que los hombres. Mina –como todos conocían a Williamina Fleming– ejerció de capitana de aquel grupo de damas ocupadas en observar. De entre todas ellas, destacaron Cecilia Payne, que descubrió que las estrellas estaban formadas por hidrógeno; Antonia Maury, que estableció un sistema para clasificar los astros ; o Henrietta Swan Leavitt, que tras abandonar Harvard fue nominada para el premio Nobel. Aunque, cuando el cartero dio con su domicilio, la científica llevaba varios años muerta. Hay una expresión inglesa, «larger than life», que se aplica a esas figuras que merecen ser inmortalizadas. Tal es el caso de las protagonistas de esta novela.
La gran protagonista que escapó a la maldición fue Maria Mitchell (1818–1889), quien logró la primera detección de un cometa con un telescopio... Aunque recibir ese reconocimiento no fue fácil. Cuando realizó el hallazgo se encontraba aislada por un temporal en Nantucket, y su misiva al rey Federico VI de Dinamarca llegó tarde. Así que el astrónomo Francisco de Vico, que lo visualizó dos días después, pudo atribuirse el mérito. La justicia se hizo un año más tarde, al volcarse Estados Unidos con la astrónoma . Fue la primera mujer que ingresó en las tres instituciones de mayor prestigio científico, y, harta del machismo, se involucró en el movimiento sufragista y en la política, ayudando a fundar la Asociación Estadounidense para el Avance de las Mujeres.
Novela divulgativa imprescindible, está escrita con una prosa limpia, una cuidada documentación y una narrativa mimada. Delgado no debería dejar de teclear ante su ordenador nunca... para seguir desempolvando del sueño de los justos a cerebros olvidados por la ciencia.