Los desiertos del pasado
Quizá como aquel caminante del que hablara Machado, así el poeta, crítico y ensayista César Antonio Molina titula, «Todo se arregla caminando», este maravilloso y borgiano libro de recorridos por países, escritores y lugares del recuerdo. A veces reflexionando sobre sí mismo en la cama de un antiguo caserón, otras veces recorriendo hoteles donde estuvieron autores como Nabokov o cementerios donde reposan los restos de Al-Mutamid y poetas que escribieron sus sueños en las lápidas, y así nos va mostrando una verdadera ciudad de la cultura y el pensamiento, desde los papiros de Herculano a la posición ilustrada frente a la muerte de Epicuro. Pocos textos harán tan feliz al lector amante de los libros y la cultura como éste, mientras su autor nos toma de la mano y nos enseña los destrozos de la edad, el desierto del pasado, la tristeza por tantos mundos culturales perdidos, pero también por la felicidad de ver un cuadro o leer un libro. Por esa lucha por los mundos creados por el hombre como espejos de sí mismo, como mundos alicientes de las maravillas que sin cesar se escriben en las paredes del barranco de la vida, mientras los creadores caen hacia los abismos de la muerte.
En algunos momentos, César Antonio Molina se muestra melancólico por tantos caminos emprendidos, y sin fin. Así, en Pompeya, mientras recorre pasillos en las casas restauradas que una vez cubrió la destrucción, nos da ofrece imagen de la muerte: «Quizá el camino misterioso sea así, entre pinturas, entre luces y sombras, entre el silencio y el murmullo de las voces de los amigos que ya no identificaremos, entre jardines interiores». Libro que es necesario leer detenidamente, recorriendo cada página como quien visita ese laberinto donde el Minotauro, como sucediera en el poema de Borges, finalmente somos nosotros.