Los Quijotes de Francisco Rico
La UAB recibe y expone la colección de ejemplares cervantinos del reconocido especialista en el gran texto del Siglo de Oro
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La UAB recibe y expone la colección de ejemplares cervantinos del reconocido especialista en el gran texto del Siglo de Oro
El nombre de Francisco Rico es probablemente hoy en día el del principal experto en «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha». De su conocimiento han surgido los estudios más depurados del inmortal clásico cervantino. Esa sabiduría también se ha basado en el estudio pormenorizado de las numerosas ediciones que se han publicado de las andanzas de Alonso Quijano y su escudero Sancho Panza, muchas de ellas atesoradas por el propio Rico.
Esa biblioteca es desde ayer la protagonista de una importante exposición que puede verse en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) que las ha recibido en donación. Se trata de uno de las colecciones más importantes de «Don Quijote de la Mancha», con algunas de las ediciones más antiguas conservadas, además de contener interpretaciones artísticas del personaje de la mano de autores como Picasso, Manolo Valdés o José Hierro, entre otros.
Entre las rarezas destacan especialmente las primeras impresiones, entre ellas la primera edición de la primera parte (Madrid, 1605); la segunda y tercera edición autorizadas (1605 y 1608, respectivamente); la primera edición de la segunda parte (Madrid, 1615). Todas ellas fueron realizadas por Juan de la Cuesta para Francisco de Robles.
Igualmente curiosa resulta una edición de bolsillo de la primera parte de la novela, aparecida en Valencia en 1605 por Pedro Patricio Mey para Jusepe Ferrer, así como la conjunta de las dos partes, publicada en Madrid, entre 1636 y1637, de nuevo de la mano de Juan de la Cuesta para Francisco de Robles.
Pero además Rico también ha logrado hacerse con un ejemplar de «Obras de Ludovico Blosio» (1605), un texto que salió impreso al mismo tiempo que la primera edición de la primera parte del Quijote, en el mismo taller y por aquellos que debían ser los mismos operarios.
Tampoco faltan las primeras versiones ilustradas del clásico, como la de Bruselas de 1662 –a cargo de Juan Mommarte–, con láminas atribuidas a Frederick Bouttats, y la edición de la Haya de 1744.