Mi niño es un asesino
William Landay crea un intenso melodrama judicial en «Defender a Jacob». «Defender a Jacob». William Landay. LA ESFERA DE LOS LIBROS. 540 págs., 21,90 eur. (e-book, 9,49)
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El cine de Alfred Hitchcock se ha convertido en un vademécum de la historia moderna del suspense. El thriller legal tuvo en él a un innovador del género. Al intenso melodrama judicial «El proceso Paradine» (1947) le siguió el angustiosa drama «Falso culpable» (1956), que ha dado nombre a un subgénero. Cabría incluir «Defender a Jacob», de William Landay, dentro de las novelas que usan esta triquiñuela argumental para atrapar al lector. La duda sobre la culpabilidad del acusado y la ambivalencia que crea en el lector el error judicial son los factores desencadenantes del drama legal. La investigación del caso es tan crucial como el proceso mismo, teatralizado siempre de forma magistral por la literatura americana y el cine de juicios.
Nada será igual
Esta novela se encuentra más cerca de «Presunto inocente», la obra de Scott Turow que inspiró el filme de Harrison Ford, que de «La confesión», de John Grisham. Las tres plantean distintos problemas morales, pero la de Landay prefiere centrarse en el drama familiar y obviar el thriller de acción. El fiscal investiga un crimen del que acusan a su hijo adolescente. Las pruebas que van acumulándose contra el menor sumen a sus padres en la angustia y la culpabilidad. Para ellos, nada volverá a ser igual. El rechazo social y las dudas sobre la educación de su hijo, un joven introvertido, enganchado en las redes sociales, aumentan el temor a un veredicto de culpabilidad a sabiendas de su inocencia.
Las actas judiciales, las maniobras del fiscal para conseguir la condena y la defensa de su abogado se combinan con la declaración ante el tribunal del juez protagonista, atormentado por el pasado criminal de su padre y abuelo, cuyo relato se entrelaza con disquisiciones psicológicas y biológicas sobre el «gen homicida». Sin embargo, el drama central sigue gravitando sobre la culpabilidad o no del adolescente, más allá de la mera defensa legal: ¿qué haría una madre si sospechara que su hijo es un criminal? ¿Y si la duda nunca se despejara del todo?
El relato se balancea entre la novela de intriga judicial -que lo es, ¡y de qué manera!- y el cuento moral, trufado de preguntas cuyas respuestas nunca superan el umbral de la sospecha. Aquí, el autor consigue un relato novedoso de suspense dentro del subgénero del falso culpable y la clásica intriga legal, ampliando las dudas al sistema de justicia criminal y su escenificación en lo que William Landay llama la credulidad en el pensamiento mágico de la Ley.
Sobre el autor
Ha conseguido llegar al número uno de EE UU con este thriller legal en la tradición de Perry Mason Ideal para...personas valientes: nada es lo que parece y lo que parece conduce a un terrible dilema moral
Un defecto: Algún as en la manga que el autor saca para confundir al lector
Una virtud: La precisión con la que está escrito el relato
Puntuación: 8