No te acerques a la isla de Belz
La mezcla de subgéneros forma parte esencial del efecto posmoderno. Un recurso necesario en la novela popular actual para reverdecerlos y que que continúen siendo atractivos. No es una técnica extraña a la novela de género, al contrario, es la forma usual del novelista como «bricoleur», que combina elementos y los yuxtapone para que emerja la novedad.
Desde el estructuralismo, la singularidad posmoderna es la conciencia de que esa combinación de elementos se ha vuelto más o menos evidente; tan consciente como toda operación artística puede serlo. Hasta entonces, los géneros vivían aparentemente en estado de consolidación y ahora, con el mito de la vuelta a los orígenes, el juego se ha restablecido entre fusión y confusión.
La estela de Theorin
No ha de extrañar que con las novelas de Johan Theorin, imitadas por la saga del Baztán de Dolores Redondo y ahora por el francés Emmanuel Grand con «Final de trayecto», los aspectos mágicos –también evidentes en los relatosde Maurizio de Giovanni y John Connolly– forman parte ya de ese campo de experimentación literaria. Vasto campo que abarca desde el «hard-boiled» hasta la intriga psicológica.
¿Qué tienen en común? La vuelta a cierto naturalismo costumbrista, rechazado por la modernidad, como un elemento retro unificador. Rasgo que no es privativo de la novela policiaca, pues afecta también al resto de géneros como la novela heroica de «Espada y brujería», la «chic-lit» y la novela histórica.
¿Cuál es el límite a la hora de introducir elementos mágicos en la tipología racional, cínica y urbana de la novela negra clásica? El desdibujamiento del genero. Cuando lo mágico o terrorífico sobrepasa, digamos, los límites plausibles que fijó Conan Doyle con «El perro de los Baskerville», novelas como «Final de trayecto» comienzan a perder pie para adentrarse en tierra de nadie.
Emmanuel Grand ha tomado prestada la idea de la isla de Theorin como un inquietante «huis clos»: la imaginaria isla de Belz es un espacio cerrado en sí mismo, como la casa de «El ángel exterminador» de Luis Buñuel. Nadie puede escapar a la maldición de la leyenda del Ankou, que atemoriza a sus moradores. Un elemento fantástico que embarulla la trama hasta extremos inverosímiles.
Queda por el camino la terrible venganza de la mafia rumana, momentos tensos que dotan a «Final de trayecto» de una negrura digna del mejor «thriller», abortada por la irrupción de lo fantástico y la prolija descripción costumbrista de la vida de los pescadores bretones. A su lado, los brutales crímenes en la isla de Belz se resuelven con tan confusión y simpleza que dejan al lector desorientado en la parte final. Se nota que es la primera novela de Emmanuel Grand por su incapacidad de ordenar la trama, cortar de raíz la mezcla de las distintas novelas que soñaba escribir y concentrar la acción en la estructura básica, esa que hacen de un «polar» un inquietante relato repleto de acción, crímenes y precisión narrativa.