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Paloma Gómez Borrero: «El Papa está determinado en sus reformas, a pesar de la dura resistencia»

Paloma Gómez Borrero / Periodista y escritora. Conoce muy de cerca a los últimos tres pontífices. Ahora publica «Roma. Año Santo. Caminando de la mano del Papa Francisco»
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Paloma Gómez Borrero es una mujer sencilla y cercana. Ni su larga y exitosa trayectoria, fue la primera mujer corresponsal en el Vaticano, ni la oportunidad de convivir con varios Papas –Juan Pablo II y Benedicto XVI–, la alejan de sus vecinos, que la saludan con cariño mientras hacemos las fotos para la entrevista, e incluso del entrevistador. Tras numerosos libros sobre Juan Pablo II, uno sobre la renuncia de Benedicto XVI y la elección de Francisco y otros muchos más, ahora publica «Roma, Año Santo. Caminando de la mano del Papa Francisco» (Plaza y Janés)
–Nadie mejor que usted para presentarnos un libro sobre Roma para aquellas personas que la visiten por el Jubileo Extraordinario de la Misericordia. ¿De qué se trata?
–Es una guía de los rincones más desconocidos de Roma, que se van descubriendo a lo largo de seis itinerarios. Tiene como centro las iglesias, pues está pensada para aquellos que vayan a Roma para ganar el Jubileo, pero incluye muchas cosas más. Como el propio título indica, es un libro para caminar. Recomiendo que se lea antes del viaje, lo subrayen y vayan a los sitios con la historia aprendida. Descubrirán nuevos rincones, historias y curiosidades.
–Abrimos el libro y...
–En la primera parte, coloco al lector en situación narrándole la historia de los jubileos, desde el primero hasta el que nos ocupa hoy. Luego aparecen los seis itinerarios: el barrio de San Pedro; el de San Juan de Letrán; el de San Lorenzo; la Boca de la Verdad y el Trastevere; y por último, uno más mundano que transcurre entre la Piazza del Popolo y Piazza Venezia, pasando por la Fontana de Trevi, el Panteón.
–¿Todavía hay rincones por descubrir en Roma?
–Por su puesto. Por ejemplo, el Ospedale Santo Spirito, promovido por el Papa Inocencio III. Allí todavía se puede ver la rueda para recoger a niños abandonados. Una rueda que esconde una bonita historia. La del Papa, que tiene un sueño en el que los pescadores del Tíber pesan cadáveres de niños –abortos–. Así coloca el sistema de la rueda para que las madres puedan dejar a sus hijos allí. Además, dentro, acoge a las madres sin recursos que quieran amantar a sus hijos, y en la que también hay amas de cría. Estas chicas salían en procesión una vez al año y si a algún romano le gustaba alguna, pues iba a pedir la mano. El Papa, que las acogía, les daba la dote.
–¿Alguno más?
–Piazza del Popolo con la basílica de Santa María del Popolo. Allí estaba enterrado Nerón y sobre su tumba había crecido un nogal que se llenaría de cuervos. Los romanos asustados levantaron una basílica en honor a la Virgen. Arriba, en el techo del templo se puede ver pintado un árbol lleno cuervos. Este libro pretende ser una guía distinta, de una persona que conoce bien Roma y la quiere. Me sigue gustando perderme por sus calles y me sigue asombrando cada vez que estoy allí. Roma te ofrece unas emociones que no te pueden dar otras ciudades por muy monumentales que sean.
–¿Cuál es su lugar favorito?
–Uno de ellos es la Plaza de los Caballeros de la Orden de Mala, en la colina del Aventino. Allí se puede mirar por un agujero y se ve una imagen maravillosa de la cúpula de San Pedro con el río y es camino de árboles que te llevan a ella. Es el ojo mágico y no todo el mundo lo conoce. También me encanta el convento de Santa Sabina, la casa madre de los dominicos, y ver el primer naranjo que llegó a Roma, plantado por Santo Domingo de Guzmán. Sigue dando naranjas. Y es que aunque el pretexto del libro sea el jubileo, pues van a ir muchos peregrinos, el lector va a descubrir muchas cosas. Así me lo ha dicho un monseñor del Vaticano y es el mejor piropo.
–Si tuviera que asociar los últimos tres Papas a un lugar de Roma, ¿cuál sería?
–La Roma de Francisco sería la de la basílica de Santa María la Mayor, donde le encanta ir. Allí fue San Ignacio de Loyola y siente una especial atracción y felicidad cuando la visita. La de Benedicto sería cualquier lugar que tenga una buena biblioteca, aunque su rincón es la Basílica de San Pedro, estar al servicio de Pedro y de la Iglesia. De hecho, salía poco del Vaticano. Vivía, trabajaba, rezaba siempre al lado de allí. Y, por último, Juan Pablo II quería ir siempre al Santuario de la Mentorella, muy cerca de Roma y que cuidan los polacos. Incluso cuando era Papa salía por la noche para visitarlo.
–¿Espera en este año jubilar extraordinario algún gesto de Francisco también extraordinario?
–No lo sé, pues es un Papa sorpresa. Quién sabe el gesto que nos prepara para la Semana Santa...
–Con sorpresa o no, Francisco ha revolucionado el Papado desde su llegada.
–Benedicto XVI ya intentó esa renovación, no se encuentra con fuerzas y renuncia. Pero denuncia lo que pasa y se lo deja negro sobre blanco al Papa Francisco en ese informe que no hemos leído nadie. Benedicto XVI conoce muy bien a la curia, pero Francisco no, y, sin embargo, afronta el desafío. Creía que la reforma iba a ser mucho más rápida, pero hay muchas resistencias.
–Ya lo dijo Benedicto XVI, cuando habló de la cizaña que había entrado en la Iglesia...
–Y Francisco ha hablado de los jabalíes. Aunque la resistencia pasiva es muy dura, Francisco está muy determinado en sus reformas. Como me cuentan sus amigos argentinos, si se le mete una cosa en la cabeza, no para hasta que la consigue. No le va a ser fácil.
–¿Qué le parece el «caso Vatileaks 2»?
–No es contra el Papa, porque lo que hemos conocido arroja una luz muy positiva sobre su figura. Personalmente, creo que esto no ha hecho más que empezar.

El lector

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