Paulo Coelho espía a Mata Hari
Si hay dos personajes que encarnan la idea popular del espía, estos son James Bond y la cortesana y falsa bailarina india Mata Hari. La artista que triunfó durante la Belle Époque era una refinada estriper para la alta sociedad parisiense que bailaba la danza de los siete velos de Salomé, la embrujadora, popularizada por Oscar Wilde y los dibujos Art Déco de Beardsley. Tras el juicio, condenada por espía al servicio de los alemanes durante la Primera Guerra Mundial, y su fusilamiento en Vincennes, París en 1917 su fama en declive aumentó hasta convertirse en el epítome de la espía sofisticada del gran mundo, que utilizó sus armas seductoras de mujer fatal para sonsacar información secreta a sus amantes, importantes jerarcas políticos y militares franceses.
La Garbo y el mito
Tres años después de su muerte, Asta Nielsen interpretó a la famosa espía en un filme alemán, pero no sería hasta 1931 cuando Greta Garbo fundió su imagen mítica de mujer fatal con la de Mata Hari, fijando el mito de la cortesana espía. La escena final, cuando la agente H-21 rechaza la venda y se pinta los labios mirándose en el sable de un joven militar tembloroso, ha quedado en los anales del cine como un hito imperecedero de la espía por amor.
Es aquí donde se funden las dos imágenes de la espía y la aventurera que vive su propia vida en un mundo de hombres, a los que utiliza para sobrevivir. Esta es la tesis que mantiene Paulo Coelho en «La espía»: que Mata Hari fue una mujer independiente y libre refutando la idea generalizada de que fue una espía. Se basa en «El Expediente Mata Hari», que el servicio de inteligencia británico hizo público en 1999, donde se cuestionaba el polémico juicio y la condena por espía de la bailarina por su escasez de pruebas. Ella siempre mantuvo su inocencia. Era una ingenua que alardeaba de sus conquistas y fue utilizada como chivo expiatorio y cortina de humo para encubrir el desastre francés durante la Gran Guerra. La novela es una fabulación escrita en forma de larga epístola de Mata Hari a su abogado, mientras espera el indulto en la cárcel de mujeres de Saint-Lazare. La carta le permite contar su vida y mostrarse como una persona contradictoria, ávida de sensaciones, sexo y poder sobre cuantos hombres importantes se le acercaban. Una confesión en la que sobresale el carácter fantasioso y despreocupado de aquellos locos años de la Belle Époque parisién.
Escrita con sencillez y contención, la obra muestra a una Mata Hari ingenua que ante la muerte supo enfrentarse a las mentiras que había inventado para sobrevivir y para afrontar sus cicatrices hasta desvelar su ser más profundo. En la línea de la simplicísima espiritualidad New Age del escritor, Mata Hari es otra metáfora de cuantos se reencuentran en las mentiras que los alejan de la armonía absoluta. Para Coelho, el amor es el motor del conocimiento y el espíritu libre descubre que uno «no es solamente lo que piensa, sino básicamente lo que siente». Y este es el emocionado relato de una vida disipada pero libre.