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¿Perfecto yo?

¿Perfecto yo?
¿Perfecto yo?larazon

La narrativa de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) ha sido sobradamente catalogada como una escritura metaliteraria, ensayística y autorreferencial. A partir de este estilo claramente definido, cada nueva novela sorprende con alguna arriesgada vuelta de tuerca en este pertinaz asedio a la antigua pulsión creativa de contar una historia. En «Mac y su contratiempo» un arruinado constructor inmobiliario pretende dedicar su forzada ociosidad a reescribir la olvidada novela de Ander Sánchez, un reconocido escritor barcelonés, engreído y displicente vecino suyo. Esta sobrevenida vocación literaria de Mac es el pretexto para una denodada búsqueda de las motivaciones y resortes de la ficción narrativa. El libro que se propone interpretar y rehacer, «Walter y su contratiempo», es la historia de un ventrílocuo que no acaba de encontrar su mejor registro de impostada voz, en un trasunto simbólico de la identidad intelectual que todo escritor necesita. En un intento de fijar el sentido de la reelaboración textual proliferan las citas prestadas o propias sobre la mecánica de la literatura: «Escribir es tratar de saber qué escribiríamos si escribiéramos», o «el poeta es un repetidor», además de un «fingidor», que decía Pessoa. Todo lleva a una nueva originalidad de relatos glosados, reinventadas historias y mixtificadas ficciones. Reinterpretando el concepto de mímesis aristotélica, clave de la expresión realista, se postula el irónico plagio creativo y la repetición de formas y contenidos.

Revisando el valor de la autoría original, cuestionando toda idiosincrasia genialoide, el autor apuesta por la adscripción a los admirados referentes tradicionales, por transgresores y rupturistas que estos resulten, como es el caso Perec, Walter Benjamin, Bolaño, Céline o el mismísimo Kafka.

Factura ensayística

Se exalta además la belleza del texto incompleto, la valentía de la obra imperfecta, que no aspira pretenciosamente a envarados parnasos académicos, y que fluye en cambio en una corriente de desinhibidas posibilidades expresivas. Es ésta una obra de factura ensayística donde se parodia el manido concepto de modernidad y se reafirman los conocidos iconos vilamatianos: la singular lógica de la no escritura, el enmascaramiento de la identidad autorial y el protagonismo de la intertextualidad. Destaca en el argumento una relevante incidencia de fondo autobiográfico: mientras el narrador transita por la calle ve desplomarse ante sí a una mujer que acaba de conocer telefónicamente la muerte de un ser querido. Se opone así la banalidad del discurso intelectual y su mundo imaginativo a la cruda circunstancia de un sufrimiento auténtico, encarando ficción y realidad en un juego de calculadas ambivalencias. Un característico humor del absurdo, una elaborada trama argumental, la ingenua gracia de algunos diálogos y una lograda atmósfera metaliteraria completan la ocurrente y transgresora excelencia de esta novela.