Ray Loriga, hecho y derecho
Si no figurara su nombre en la cubierta de «Rendición», creo que muy pocos se atreverían a decir que se trata de una novela de Ray Loriga. Ni rastro de él mismo. Cierto es que no todo el mundo puede presumir de haber tenido un pasado ligado a la «generación Kronen», haber paseado su tabardo underground por los noventa, que Umbral se ocupara de ti en su «Diccionario de la Literatura» y haber sobrevivido, macerado y mejorado el bouquet en estos 25 años. De aquel veinteañero que reclamaba influencias de Burroughs o Kerouac y se le comparaba con Bret Easton Ellis solo queda un autor hecho y derecho, anti-moderno a fuerza de haber sido de lo más «in», y retrechero, que ha construido una novela orwelliana a caballo entre la picaresca y la ciencia ficción, con guiños al autor de «El llano en llamas». Si no quería seguir cantando la misma canción lo ha conseguido. En esta páginas gasta una voz personalísima, muy próxima a Rulfo, que avanza como una novela de Ballard y en la que se nos habla de lamanipulación colectiva y la autodelación voluntaria.
Como suele ser habitual en Loriga, el protagonista es un narrador sin nombre cuyos hijos luchan en una guerra que ya dura diez años y vive junto a su mujer en una región bajo el constante temor a las acusaciones. La pareja ha adoptado a un niño refugiado, que no habla pero es muy dulce, acaso para aplacar la añoranza de sus vástagos soldados. La contienda obliga al desalojo de la comarca y entre los desplazados van ellos tres. El viaje es un calvario que les conduce a la ciudad transparente, un nuevo mundo en el que las paredes son de cristal, donde impera una calma autoritaria y no están permitidos los secretos, todo es de dominio público. En ese lugar donde los habitantes viven felizmente anestesiados la mujer se adapta bien; el padre, regular. Siempre está contento porque el «soma» que les dan es buenísimo, pero en el fondo sabe que esa sobreexposición no es normal.
Incluso romántico
Se torea como se es y Loriga escribe al dictado de su genio y figura: con un estilo sin caireles, asistido de frases sintácticamente gozosas, sin olvidar ser poético –e incluso romántico– cuando es menester. Resulta fascinante comprobar cómo no le ha usurpado la voz al narrador, ni le ha impuesto la suya, porque podrá no tener nombre, pero el autor, que es todo un caballero, sí le ha concedido verbo propio.
«Rendición» ¿es una ucronía, una distopía, una fábula de «retrofuturo» sobre un presente que podría ser éste y que alerta de cómo será el que está por venir? El guionista de «Carne trémula», el colaborador de la extinta revista «El canto de la tripulación» ha escrito un novelón en la tradición del escarabajo kafkiano, el sótano bernhardiano e incluso de el capote gogoliano. Apoyo a los que le sitúan a la vera de Houellebecq o Murakami en la faena de redefinir la ficción de la presente centuria, al tiempo que agradezco que exista una literatura como la suya: la de alguien que escribedespués de haberse bebido la vida en copa de balón.