Stanislav lem, de otro planeta
Los caminos de la ficción (de la ciencia-ficción) también suelen ser insondables. Para prueba, basta con lo que le ocurrió al escritor polaco Stanislaw Lem, quien se encontró con el motivo de su primera novela de ciencia ficción, «Astronautas» (nunca antes publicada en castellano), casi de casualidad: mientras paseaba por el sur de su país junto a un amigo y editor, éste le propuso que escribiera algo, lo que fuera, pero que fuera ciencia ficción. Lem, que hasta entonces había publicado por entregas en un semanario una novela, aceptó el reto y empezó a escribir «Astronautas», que salió primero en forma seriada y después, en 1951, en forma de libro.
«Astronautas», como su título indica, tiene el tono de las novelas espaciales, de relato de aven-turas. En este caso, la aventura parte de un hecho real: la caída, en 1908, de un meteorito en Tunguska y la expedición que de inmediato comandó Leonid Kulik. La novela, sin embargo, enseguida se sitúa en el centro del relato: la descripción de un mundo utópico, situado a comienzos del siglo XXI, con una humanidad que, finalmente, y tras haber abolido el sistema capitalista, vive en armonía consigo misma y con la naturaleza, en una suerte de orden comunista (una complacencia de Lem al régimen para escapar de la censura) que, en pleno año 2003, se dispone a dormir la larga siesta de su estabilidad, de una paz segura. Pronto, no obstante, deberá despertarse de su interminable letargo y mirar directamente hacia Venus: allí se encuentra un posible enemigo o la clave de un porvenir. Centrada, como otras obras de Lem, en la incapacidad innata de los seres humanos para comprender la vida extraterrestre, «Astronautas» esconde, sin embargo, en su eje gravitatorio, otra interesante premisa: la incapacidad del ser humano de comprender no sólo la vida extraterrestre, sino también al otro, cualquiera sea, y por ende a sí mismo. Un destino fatal y lejano ante el cual ninguna civilización podrá servirle de ayuda.