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Stephen King no puede con internet

Stephen King no puede con internet
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Es un lugar común que el reto más importante de una novela de intriga es el personaje del malo. Stephen King es un maestro en la creación de malvados antológicos. Suelen estar creados con la misma humanidad que sus oponentes los héroes. El último de ellos fue Mr. Mercedes, el psicópata asesino de masas de la «Trilogía de Bill Hodges», cuya conclusión es «Final de guardia». En medio, «Quien pierde paga», un capítulo independiente con otro asesino fanatizado por los escritores. Las dos caras del autor de «It» se alternan sin solución de continuidad en la mayoría de sus novelas de misterio o terror: algunas se ciñen a la intriga cotidiana con elementos fantásticos mientras que otras recurren a fuerzas malignas sobrenaturales que habitan una casa encantada o poseen a un coche o un personaje hasta llegar a desquiciarlo.

Mente perturbada

Mr. Mercedes, alias del sociópata Brady Hartsfield, es un asesino de masas convencional hasta que es reducido a un coma irreversible. En ese estado de muerte cerebral, King vuelve a enfrentarlo con Bill Hodges. Ahora, este desquiciado hombre vuelve a su ser convertido en el arquitecto del suicidio, martirizando a sus semejantes con su control mental capaz de poseerlos y manejarlos a su antojo como seres sin voluntad e inducirlos a matarse mediante videojuegos manipulados. En sus últimas novelas el escritor juguetea con la transtextualidad y encabalga sus nuevos textos con otros famosos. «Mr. Mercedes» es una variación de «Christine»; «Quien pierde paga», de «Misery», y «Final de guardia», un juego entre «It» y «El resplandor». Detrás de todas se vislumbra la mente perturbada del paranoico que escucha una voz interior que le conmina a matar. Todo es posible en las novelas de King. Nadie le reprochará que la típica historia policíaca vire hacia la fantasía sin perder del todo la coherencia interna y la verosimilitud. Al fin y al cabo, se mueve a sus anchas en su mundo literario y solamente cuando se extralimita el lector le recrimina sus excesos. En «Final de guardia» la narración posee un aire ligero, centrada en las suspicacias de Bill Hodges, enfermo terminal pero capaz aún de sobrevivir unos días hasta detener de nuevo a este delirante asesino que sobrevive a su muerte cerebral manipulando otros seres mediante videoconsolas asesinas. Es cierto que la trama resulta poco elaborada, que resolver el enigma de esta mente con poderes paranormales y telequinesia es difícil de justificar, pero la lectura es agradable y los personajes ya cuajados siguen siendo atractivos para el tipo de novela criminal que King se lleva entre manos. El relato busca la complicidad del lector en un formato entre el tebeo y el cuento de hadas. Ni siquiera es necesario suspender la incredulidad ante este híbrido de relato de terror y novela policiaca. Internet y las consolas son vehículos mágicos que le permiten conectar el terror clásico con cierta modernidad. Lo esencial es el miedo, la inquietud y el terror que infunden los asesinos cotidianos, para disfrutar del mejor de los entretenimientos ingenuos: el triunfo de la bondad temeraria sobre el mal absoluto.