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Un Leviatán de culto en viñetas

Dibbuks publica el cómic de Jouvray y Alary, uno de los varios sobre la novela
larazon

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El influjo de una novela como «Moby Dick», de poderosa narrativa, grandes descripciones y reflexión humanística, no ha sido ajeno al mundo del noveno arte, por más que éste haya tendido a traducirlo a esencias que no siempre reflejan la grandeza de la obra de Melville. La última versión en viñetas del «novelón» nos llega de Francia, gracias a la editorial Dibbuks, con la firma de Olivier Jouvray, en la adaptación y el guión, y de Pierre Alary, autor del dibujo y del color, esta última labor, ayudado por Didier Gonord. Jouvray es el autor del guión de «Lincoln» y Alary ha firmado obras como «Silas Corey» (también en Dibbuks). Un tomo de narración ágil y hermosa factura con un grafismo realista pero de líneas modernas, en la tendencia más juvenil de la BD contemporánea.
La obra de Jouvray y Alary no es la primera, ni siquiera la última, que bebe del clásico de Melville. Sin ir más lejos, en el mercado francés, Chabouté, un autor de larga trayectoria y relevancia, está editando una adaptación en un blanco y negro clásico, el segundo de cuyos tomos acaba de salir al mercado.
En un artículo modélico publicado dentro del monográfico «Moby Dick. La atracción del abismo» (Graphi Classic, Ilarión, 2013), Luis Conde Martín, uno de los muchos autores que participaban, recorría las cuatro principales adaptaciones al cómic. El primero, en 1967, el de todo un maestro del tebeo europeo, el «Moby Dick» de Dino Battaglia, que realizó para la revista «Sgt. Kirk»: «Lo hace respetando lo esencial de la novela de Melville, los elementos básicos tanto espirituales como ideológicos. Se extracta el relato, pero con criterio riguroso», cuenta el autor. Si Battaglia trabaja en blanco y negro y en una narración clásica y comedida, la siguiente obra destacada se diferencia en el uso de un color explosivo y en su ambición: Paul Gillion publicaría su «Moby Dick» en 1982 (Hachette). Gillion es uno de los grandes de la BD (con obras como «Los náufragos del tiempo») y su adaptación «melvilleana», «paradigmática», con profusa documentación de edificaciones, barcos y vestuario, y un dibujo concienzudo.
En un registro muy diferente, el semihumorístico, el español Chiqui de la Fuente abordaba el Pequod aquel mismo año de 1982. Su «Moby Dick» (Larousse) formaba parte de una colección a medio camino entre lo tebeístico y lo divulgativo. Un trabajo «correcto» adaptado al público juvenil. La versión más sorprendente, cómo no, lleva la firma de Bill Sienkiewicz, autor de «Electra asesina». Su «Moby Dick» (Marvel, 1990) explora un territorio expresionista e impregnado de psicología, con trazos que son chorros de color, y de terrores sugeridos.