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Un siglo a caballo

larazon

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El siglo XX transformó Europa profundamente: se cambiaron fronteras, se borraron países de los mapas y se sustituyeron por otros, el éxodo y el genocidio triunfaron sobre los más elementales derechos humanos y el interés por los experimentos genéticos alcanzó cotas desconocidas. Westerman (Países Bajos, 1964) recorre el pasado siglo centrándose de un modo especial en los hechos más trágicos, las dos guerras mundiales y el conflicto serbio-croata, siguiendo la pista a unos caballos que son símbolo de elegancia y aristocracia: los lipizanos.
En 1580, en la yeguada imperial de la Casa de Austria, se dio forma a un caballo destinado a servir de cabalgadura a reyes y emperadores. Los caballerizos crearon una raza noble y pura. Símbolo de vigor y gracia, de lealtad y afán por aprender. Todo ello fruto de un proceso de selección y cruce.
Cuatro siglos de refinamiento que culminaban a los cuatro años cuando viajaban a Viena. Se tardaba entre diez y doce años en formar a cada caballo en las diferentes disciplinas de la doma clásica y exhibir su arte al compás de Händel, Chopin y Strauss bailando en la Escuela Española de Equitación.
En una época en la que las leyes de la genética de Mendel gozaron de gran divulgación, no es de extrañar que estos caballos representaran el triunfo de la pureza de la raza y que fueran un símbolo para los Habsburgo, Hitler o Tito.
Siguiendo el devenir de estos caballos blancos, el autor construye un ensayo que despierta la curiosidad y se lee con la fluidez de una novela. Todavía en 2007 se difundieron imágenes de lipizanos abandonados y moribundos cerca del Danubio. Eran conmovedoras víctimas del conflicto de Yugoslavia, de personas que no sabían que «acariciar un lipizano es acariciar la historia».