Una emocionada elegía al caballo
Un día se reconocerá que el acontecimiento más importante del siglo XX no fue el ascenso del proletariado, sino la desaparición de la agricultura». «Los campesinos casi han desaparecido y con ellos, los animales». «Los caballos fueron los primeros en irse a finales de los años cincuenta. Se habían vuelto inútiles y desaparecieron para siempre», escribe el historiador Jean Clair, citado por Ulrich Raulff, en su obra «Adiós al caballo». El autor, que vivió el último fulgor del citado animal, recuerda que a comienzos del siglo XX la humanidad se dedicaba básicamente a la agricultura mientras que hoy apenas el 1 o 2 por ciento de la población trabaja en el campo. En menos de un siglo se ha producido «una de las brechas históricas más profundas desde el Neolítico» y por ella se nos ha ido el caballo, nuestro compañero desde el Neolítico.
Aunque se haya fabulado con su domesticación mesolítica (hace unos 12.000 años), no ofrece vestigios de doma, monta y tiro hasta el neolítico medio/reciente. Al parecer, los primeros jinetes se curtieron en las estepas del Don, en Ucrania, –los antecesores de los cosacos– hace unos 6.000 años, y se introdujeron en Asia Menor y el Creciente Fértil hace 4.500. Aquellas migraciones de pequeñas masas humanas fundaron imperios míticos, como Hatti y Mitanni, que dominaron el Próximo Oriente hace 3.500 años gracias a sus equinos y a sus carros de guerra. De esa época datan los más antiguos tratados sobre el cuidado y la domesticación del animal y los restos de los ágiles carros de guerra que dominaron los campos de batalla de su época hasta que otros pueblos más numerosos, como egipcios o asirios, lograron asimilar sus conocimientos equinos y sus técnicas constructivas y los aniquilaron.
El caballo –escribe el autor– «devino en una máquina de guerra de primer orden, y su capacidad de devorar las distancias hizo posible un aumento exponencial del alcance de las comunicaciones. La aptitud para la domesticación y la cría, junto con la posibilidad de conducirlo, convirtió al veloz caballo en ''animal político'' y en el más importante compañero del homo sapiens».
Base del ejército
Hace siglo y medio había en el mundo muchos millones de caballos, base de las comunicaciones, del trabajo en el campo, en las minas y en los puertos, espina dorsal, a la sazón, de los ejércitos y compañero de esparcimientos: caza, equitación, doma, carreras... En Gran Bretaña se contaba uno por cada diez personas, en Estados Unidos, uno por cada cuatro, en Australia, uno por cada dos...
Pero la obra de Raulff no es una historia, sino la emocionada elegía dedicada a un compañero desaparecido tras seis mil años de convivencia, en la que recuerda trabajos, luchas, sufrimientos, aventuras, recreaciones artísticas, literarias, teatrales y cinematográficas. Es como si el autor hubiera cogido el álbum de su amigo el caballo y fuera desgranándole al oído las mil vivencias compartidas a lo largo del tiempo.