Una lucha entre pasión y fe
Una mujer casada de cuarenta y cinco años se enamora de otro hombre, un famoso poeta con el que inicia una relación por correspondencia que culmina en una poderosa atracción física. Un argumento que, en líneas generales y a primera vista, es tan antiguo como el mundo y se ha tratado en numerosas obras literarias, encabezadas por esas dos damas eternas: Bovary y Karenina. Sin embargo, Jamie Quatro ha conseguido narrar en «El sermón del fuego» algo diferente, una historia de amor perturbadora e impactante, una profunda reflexión sobre el deseo. Ya de inicio, sorprende la construcción formal. La historia discurre a través de saltos temporales y de una amplia diversidad de registros: cartas entre los amantes, en emails o en correo tradicional, cartas de ella a Dios, conversaciones telefónicas, diálogos con alguien difícil de definir, quizá su otro yo, quizá Dios o incluso a veces pensamos en un terapeuta. Maggie, la protagonista, no solo es creyente, es además experta en el Antiguo y el Nuevo Testamento, de modo que superado por el lector el impacto del tórrido encuentro sexual cuando ambos se conocen en Nueva York se encuentra con algo bastante más enjundioso y turbador, que se justifica por los conocimientos de la protagonista: la relación entre el amor carnal y la fe, el lenguaje erótico al servicio de un amor que está muy lejos de ser sexual y que se manifiesta de forma muy especial en la mística.
Maggie recuerda a místicos medievales, a San Juan de la Cruz, de quien hablan ella y su amante nada más conocerse, y a San Agustín, llegando a formular ideas sobre el cristianismo y el amor tan transgresoras que quizá solo la mente de una enamorada, culta y doliente sea capaz de realizar; no en vano se cita también a menudo a C.S. Lewis. Todo un mundo que corre al margen pero paralelo a su vida familiar y conyugal, con unos hijos adolescentes y un marido que es un buen hombre pero no sabe satisfacerla en ningún aspecto, aunque lo intente con penosa dedicación.
¿Qué diría Lacan?
El deseo transita por las páginas de este libro de forma continua y palpitante, tan real y monotemático y a veces exagerado, como suele ser el discurrir de un enamorado, que, además, en este caso es una mujer leída que está totalmente subyugada por un poeta. ¿Qué diría Lacan?, nos preguntamos en algunos momentos con cierta ironía. Lo cierto es que la primera novela de Jamie Quatro, tras un volumen de cuentos, no deja indiferente. Su intensidad, la clave de una buena historia, supera todas las posibles objeciones.