Wall Street con piel de cordero
Que el best seller, en su acepción más genérica, conjuga todos los ingredientes del romance ingenuo adaptados al momento actual es una obviedad. Mejor sería hablar de novela popular exitosa que utilizar este anglicismo que tiene sentido en la industria cultural anglosajona, pero que en España lo mismo es sinónimo de mala literatura como de novelón de éxito. El problema reside en que allí hace tiempo que desaparecieron las diferencias entre novela de calidad, relatos populares y publicaciones «pulp», que respondían a las diferencias de Dwight Mac Donald entre la «masscult» y la «midcult», mientras que en España se mantiene aún la fantasía de un corte radical entre alta y baja cultura, que los massmedia y la posmodernidad difuminaron hace tiempo.
Esas categorías correspondían a un tiempo en el que se operaba el proceso de mercantilización de la cultura. Hoy, el mercado lo abarco todo. Al desaparecer los criterios de valor las etiquetas se utilizan para homogeneizar los niveles culturales, por lo que resulta difícil evaluar críticamente ese amasijo midcult que conforma desde el saber universitario a la más condescendiente literatura de evasión.Un ejemplo excepcional es «El enigma de Rania Roberts», del valenciano Javier Bernal, anunciada como «un debut literario con alma de ''best-seller''». ¿Qué significado tiene unir «literario» con «best seller»? Su lectura desvela el misterio. La novela tiene ciertas pretensiones literarias, pero busca su homologación con los géneros populares de moda, el thriller político y financiero y la novela de aventuras y de espionaje, sin olvidar la narración de intriga internacional y de suspense, incluido el sádico asesino en serie digno de la más perversa novela gótica.
¡Imposible pedir más! Sí, el romance ingenuo, g énero que en un estado tan puro, pese al centrifugado posmoderno, sólo puede encontrarse en novelas de amor y lujo y dinero y poder con su sentimentalidad y sensacionalismo. Por ejemplo: en una mezcla de Jackie Collins con E.L. James. El tipo de novela cuyos personajes son tan simples, la trama tan diáfana y el intriga se cose con retales estilo pachtwork que retrotrae a un estilo popular en el que el lector se siente continuamente gratificado porque el autor colma con su previsibilidad sus expectativas más primarias.
Si algo se ha sofisticado en la literatura popular es el juego de las evidencias. Hasta Tom Clancy sabe que es un abuso las coincidencias y que ha de enmarañar la acción para que el lector no descubra el juego de las convenciones con antelación. En este libro Javier Bernal deja entrever de forma diáfana la estructura y convenciones del romance, con sus personajes buenos y comprensivos y una trama que acumula tantas coincidencias como en esos cuentos en los que la sorpresa es adivinar lo que ocurre a continuación, de ahí las satisfacciones que el lector de este «best-seller» sacia a través de sus 600 páginas, como si lo descubriera todo por primera vez.