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Los museos rompen el techo de visitas

larazon

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Lo del valor inmaterial de la cultura es como lo de las «memorias pedagógicas» de Jovellanos: algo que ya a nadie le interesa. La cultura se ha reducido a un guarismo porque es la única manera de que mucha mentalidad broker de hoy comprenda su valor. Esos chicos de racionalidad alfanumérica son incapaces de apreciar un Goya antes de que se subaste en Sotheby’s. Para ellos resulta impensable discurrir sobre un concepto que no pueda reducirse a la geometría de una ecuación, como eso de «maestría», que para algunos es filosofía y para otros una chorrada. Si a un muchacho con sede domiciliaria en Las Vegas y que enchufa su Ferrari a 200 kilómetros/hora le hablas del Prado no preguntará por los Velázquez de sus salas, sino lo que vende, o sea, por su número de visitantes, que este año han sido 2.892.937, un 2,4 más que en el anterior curso. Solo de esa manera, el tipo, probablemente con una mentalidad educada en el alza y la caída del barril de brent, entenderá su importancia. En este orbe donde el dibujo figurativo se ha sustituido por los diagramas de los balances, lo que hay que contar es que el Reina Sofía sigue siendo el museo más visitado, con 3.898.309 visitantes, 0,4 más que en 2017; que al Museo Thyssen han ido 906.815 , lo que representa una subida de 6,6 por ciento, y que por los centros de CaixaForum han pasado 6,9 millones, un 17,5 por ciento más. A lo mejor, algo de todo esto que convencerá a los de la multinacional de turno de que, quizá, no estaría mal invertir en ellos y patrocinar o respaldar o ayudar a la cultura. Se vive en una sociedad donde no importa si el músico lleva afinada la guitarra, sino la peña que es capaz de reunir a su alrededor (algo así como comparar a David Guetta con Nicke Cave). O sea que lo que vale es el pesaje de taquilla más que la habilidad ensayada y asumida. Y por eso conviene subrayar que los museos estatales, que aunque no son masivos son muy grandes, han superado los tres millones de visitas, destacándose en cabeza, esto es como el Tour de Francia, el Museo Arqueológico Nacional, que ha atraído a 543.027 almas, un poco menos que en otras campañas, el Museo Sefardí, con 337.000, el de Altamira, con 282.000 y el de Sorolla se desmarca con un récord imprevisto y alcanza la cota de 266.000, algo nada despreciable y que apreciarían muchos tótems de esas sociedades que creen en «los hombres que se han hecho a sí mismos». Estos datos, los más positivos de los últimos años, anuncian la buena salud de la que disfrutan nuestros museos, algo que sabíamos por la calidad de sus colecciones, y que otros asumirán ahora por su tendencia al alza.