Los primeros garabatos del niño Hemingway
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Grace Hall Hemingway reunió en cinco volúmenes llenos de fotografías, dibujos y recortes los primeros años de vida de quien sería futuro Nobel de Literatura.
Si hay alguien que supo embriagarse de la vida hasta el final, bebiéndose todo lo que ésta daba, ése fue Ernest Hemingway, y lo hizo desde el primer minuto de su biografía. Buena prueba de ello son cinco libros de recortes elaborados primorosamente por su madre, que reconstruyen sus primeros años de vida. Los tomos están desde hace una semana a disposición de los internautas –porque la John F. Kennedy Presidential Library de Boston, donde se guarda el archivo del autor de «París era una fiesta» o «El viejo y el mar»– los ha digitalizado y colgado en su página web. La serie se complementa con un sexto tomo, destinado a los abuelos del escritor, que todavía no ha sido digitalizado.
Grace Hall Hemingway quiso recoger la historia de los primeros dieciocho años de vida de su segundo hijo. Ernest nació en el seno de una familia de gran conservadurismo religioso y cultural que vivía en Oak Park, una población situada a unos escasos veinte kilómetros de Chicago. Su madre quiso reflejar la niñez y adolescencia de su hijo en una serie de álbumes de recortes que hasta ahora se conocían de manera fragmentada.
Cantaban los gorriones
El primero de ellos se abre con las imágenes de Ernest bebé, a las pocas horas de nacer y con ropajes propios de quien procede de una casa acomodada, como lo avala el hecho de que su padre, Clarence Hemingway, fuera un respetado médico. Allí encontramos un interesante texto de Grace Hall en el que describe cómo fue el día del nacimiento de su hijo más célebre, «a las ocho en punto de la mañana del 21 de julio de 1899»: resultó «muy caluroso» y los gorriones cantaron como si quisieran dar la bienvenida a Ernest.
La madre anotaba todo lo referente a su hijo, como la evolución de su peso y altura en sus primeros meses de vida. Es ella la primera en darse cuenta de la gran capacidad que tiene Ernest como narrador, como cuando le explica verbalmente cómo ha sido un día de caza en su casa. El relato que ofrece al pequeño demuestra que el niño, entonces de cuatro años, emplea un «buen uso de palabras largas» y realiza «sabias observaciones», algo que puede verse como primera pista de su talento literario. Esas observaciones de su progenitora se acompañan en uno de los tomos de algunas de las primeras fotos de Ernest Hemingway pescando, una de las más grandes pasiones de su vida.
En las páginas aflora un niño que en ocasiones empieza a hacer tanteos con el lápiz sobre el papel. Su madre lo guardó todo, desde los primeros garabatos, propios de un niño de tres años, hasta dibujos más acabados y con algo de espíritu cómico. Sorprende algún pequeño collage, como el que hace a los cuatro años con una calabaza de Halloween como tema, momento en el que realiza también una infantil interpretación de lo que parece ser un majestuoso paisaje de árboles. Tampoco faltan las referencias patrióticas al pintar un escudo con barras y estrellas o al realizar un collage a partir de un retrato del presidente George Washington. La madre apunta a mano que en esos años a su hijo le interesan las vidas de los grandes personajes de su país porque «ama las historias sobre grandes estadounidenses».
Hay también numerosas cartas manuscritas de Ernest a su madre y que dicen mucho del carácter del futuro autor. En una de ellas, fechada el 11 de mayo de 1913, cuando cuenta con 13 años de edad, se arrepiente por su comportamiento: «Ayer mi conducta en el Coloseum fue mala y mi conducta esta mañana en la iglesia ha sido mala. Mi conducta mañana será buena. Ernest Hemingway». Los libros de recuerdos contienen mucha información sobre los años estudiantiles, época en la que practica deportes, se atrevía a tocar el violonchelo e incluso tanteaba el boxeo. Hay también espacio para sus calificaciones académicas, como la que apunta uno de sus profesores de latín quien resalta que el niño tuvo una «mejoría tanto en la actitud y el trabajo».
También conocemos los primeros espectáculos que disfrutó en su vida. Aparece desde una ópera cómica sobre Robin Hood o un musical titulado «Martha» al programa de mano de la que fue una de las primeras proyecciones de «El nacimiento de una nación», la película clásica de D.W. Griffith.
Los primeros pasos literarios están documentados en algunas de las páginas de los volúmenes maternales, como una serie de manuscritos, redacciones escolares, en las que Ernest hace una precisa descripción del sistema nervioso y respiratorio del hombre, incluyendo algún dibujo sobre el tema. Tampoco faltan las páginas de «Tabula», la revista literaria del Oak Park High School donde Hemingway publica una de sus primeras obras literarias. Se trata del relato «A matter of colour», aparecido en abril de 1916 y donde el autor se aproxima al boxeo. Tampoco faltan algunos tanteos en el mundo de la poesía, como un soneto en el que el parece ironizar sobre su figura. En las últimas páginas del último de los libro recopilados por Grace Hall, donde ella misma ya surge como una mujer mayor y con el cabello blanquecino, Ernest ya es todo un hombre, a punto de dar el salto a Europa donde se enfrentará a una de sus primeras grandes aventuras de su vida: la I Guerra Mundial que visitará como conductor de ambulancias.
Cartas inéditas
Los años de formación de Ernest Hemingway cada vez cuentan con más información al alcance de expertos y lectores. En 2011, con motivo del cincuenta aniversario del suicidio del autor de «Por quién doblan las campanas», se publicó el primer volumen de su epistolario completo, un ambicioso proyecto puesto en marcha por los herederos del escritor y la Universidad de Cambridge que sigue siendo inédito en España. Los álbumes de recortes de la madre complementan muy bien esta primera fase del epistolario. El próximo mes de octubre aparece la segunda entrega de esta serie, que se centra en los primeros años pasados por Hemingway en París y que incluyen las crónicas que escribió en esa ciudad.