Los vikingos atacan España
En su libro «Vikingos en guerra» los historiadores noruegos Kim Hjardar y Vegard Vike retratan la Era Vikinga, incluyendo cómo fueron las incursiones nórdicas a la Península
En su libro «Vikingos en guerra» los historiadores noruegos Kim Hjardar y Vegard Vike retratan la Era Vikinga, incluyendo cómo fueron las incursiones nórdicas a la Península.
A principios del verano de 858, los caudillos vikingos Bjørn Costado de Hierro y Hallstein zarparon de Francia con 2200 hombres y una flota de entre 65 y 80 barcos, en dirección a España. Tal vez al-Ándalus no fuera su principal objetivo, podían tener Roma o Bizancio en mente, o tal vez quisieron controlar una nueva ruta comercial que se había establecido entre Verdún, el valle del Ródano y al-Ándalus.
Aun así, en Navarra, los vikingos capturaron a García Íñiguez, el rey de Pamplona, por el que pidieron un cuantioso rescate. Ibn Hayyan asegura que los nórdicos obtuvieron 70 000 dinares a cambio de su vida, una suma inaudita que debió de requerir mucho tiempo reunirla, tal vez varias semanas.
Pamplona se encuentra a unos 60 km de la costa. Para llegar hasta allí, los vikingos debieron de dejar sus barcos en un lugar seguro, tal vez en Irún, donde existía un buen puerto y la flota podría defenderse durante mucho tiempo. Desde aquí, los nórdicos habrían recorrido a pie o a caballo la calzada romana citada por el Anónimo de Rávena hasta llegar a Pamplona.
En julio, la flota llegó a la costa de Galicia y realizó incursiones contra A Coruña y Santiago de Compostela. Los vikingos permanecieron en la zona durante el invierno. En marzo/abril de 859, el resto de la escuadra puso rumbo a Lisboa. Según las fuentes árabes, para entonces contaba con 62 grandes barcos. Pronto descubrieron que las defensas de la ciudad del Tajo se habían reforzado desde la visita anterior. La flota navegó más allá de la ciudad y, hacia el sur, a la costa del Algarve.
Dos barcos vikingos fueron apresados por la flota musulmana que patrullaba el litoral, cerca de un puerto del distrito de Beja. Las fuentes nos dicen que los barcos nórdicos estaban cargados de plata, oro, prisioneros y provisiones, pero ignoramos el destino de las tripulaciones.
El resto de la flota navegó sin apenas oposición hasta la desembocadura del Guadalquivir y allí descubrió que las fuerzas del emir bloqueaban la entrada al río. En consecuencia, los vikingos se dirigieron al estrecho de Gibraltar. Tal vez, Bjørn y Hallstein desearan visitar la antigua base nórdica en la Isla Menor, donde en 845 se habían establecido algunos escandinavos.
Esclavos exóticos
Podrían haber querido descubrir si todavía estaban allí, o tal vez deseaban vender esclavos cristianos y musulmanes o canjear prisioneros por rescates en Sevilla. Quizá tenían ambos proyectos en mente.
En Algeciras, los vikingos incendiaron la gran mezquita de la ciudad y saquearon los alrededores. Después, navegaron hacia la costa africana. Su objetivo era el Principado de Nakur, un relevante centro comercial. La ciudad se encuentra a varios kilómetros de la costa, cerca de la actual al-Mazimma. Durante varios días, los vikingos aterrorizaron a la población y tomaron como prisioneros al príncipe Said ibn Idris y a numerosas mujeres y niños, para más tarde liberarlos a cambio de un rescate. Los «hombres azules», como llamaban los nórdicos a los africanos de piel oscura, eran productos exóticos y muy demandados en los mercados de esclavos europeos.
A continuación, navegaron hacia la costa oriental de la peninsula ibérica, asolaron la región de Tudmir y tomaron la fortaleza de Orihuela, a 12 km del río Segura, desde allí, realizaron varias incursiones en busca de botín y prisioneros y se marcharon.
Las islas Baleares se encuentran a 60 km hacia el este, con Formentera e Ibiza como las más próximas al continente. La flota vikinga se dirigió a ellas y las saqueó. Desde allí, continuó hacia el norte, a lo largo de la Costa Brava, y en el río Ter, cerca de la actual frontera entre España y Francia, saquearon un monasterio de Septimania.
Más tarde, atacaron las ciudades de Perpiñán y Narbona.
En el delta del Ródano, la escuadra nórdica estableció una base en la Camarga, donde pasaron el invierno de 859/860. Allí, construyeron edificios y obras defensivas que estuvieron en uso durante, al menos, ocho meses. Desde esta base naval, Bjørn y Hallstein realizaron varias expediciones, incluidos los asaltos a las ciudades de Arlés y Nimes, y una incursión río arriba hasta Valence, no muy lejos de los Alpes. Estas campañas debieron de aportarlos infinidad de bienes y esclavos que acumularon en la Camarga.
Aunque no todas las acciones tuvieron éxito; en una carta fechada en esta época, el abad Loup de Ferrères elogia al conde Gerard de Provenza por derrotar a los vikingos durante una de sus incursiones y lograr expulsarlos.
Es probable que los niños fueran uno de los bienes comerciales preferidos por los vikingos. Los chiquillos de ambos sexos eran muy demandados en los mercados de esclavos musulmanes y uno de los más importantes de al-Ándalus se hallaba en Tortosa, a pocos días de viaje.
Desde sus bases en la Camarga, los nórdicos pudieron satisfacer de un modo rápido y fiable la demanda de niños esclavos capturados en Francia e Italia.
Los primeros contactos
En 711, el califato omeya inició la conquista del reino de los visigodos, un pueblo germánico que se había hecho con el control de la península tras el colapso del Imperio romano de Occidente. En el norte surgieron varios reinos cristianos mientras que, en el sur, el emirato (y después califato) de Córdoba constituía el único Estado musulmán de Europa durante la Alta Edad Media. En el siglo IX, al-Ándalus contaba con, al menos, 80 ciudades de diverso tamaño.
La más importante era Córdoba, con casi 100.000 habitantes. Las primeras evidencias sobre la posible presencia de nórdicos en la península ibérica, datadas en el 795, nos llegan a través de fuentes andalusíes y están relacionadas con el territorio vasco.
Desde ese momento, las referencias a incursiones vikingas en todo el territorio peninsular serán constantes. La «Crónica de Alfonso III» dice que, en 844, los vikingos, «gente desconocida hasta entonces», asolaron la costa del Cantábrico antes de proseguir rumbo a Lisboa y a Cádiz, que fue saqueada e incendiada, y remontar el Guadalquivir rumbo a Sevilla, que fue saqueada durante siete días y su gran mezquita, incendiada.
Aunque eventualmente fueron derrotados por las tropas de Abderramán II, estas primeras incursiones vikingas dejarían honda huella tanto en la España cristiana como en la islámica.
Para saber más
«Vikingos en guerra»
Kim Hjardar y Vegard Vike
Desperta Ferro Ediciones
392 pp.
44,95€