Literatura

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Luis García Jambrina: «En España nos jactamos de no haber leído a nuestros clásicos»

Acaba de publicar «El manuscrito de fuego», tercer volumen de una serie de novelas históricas y de suspense que está protagonizado por un peculiar investigador, Fernando de Rojas.

Luis García Jambrina: «En España nos jactamos de no haber leído a nuestros clásicos»
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Acaba de publicar «El manuscrito de fuego», tercer volumen de una serie de novelas históricas y de suspense que está protagonizado por un peculiar investigador, Fernando de Rojas.

La historia de España esconde muchos personajes que deberían ser rescatados. Desgraciadamente, no es fácil encontrar quien lo haga y se van perdiendo en el tiempo. Pero algunos resultan tan carismáticos que es inevitable que alguien se fije en ellos, como Francés de Zúñiga, bufón de Carlos I durante la primera mitad del siglo XVI. El profesor de la Universidad de Salamanca, Luis García Jambrina no lo ha pasado por alto y ha reconstruido su enigmática figura en el libro «El manuscrito de fuego» (Espasa), tercero de una serie de novelas históricas y de suspense protagonizadas por un particular investigador, Fernando de Roja, anteriormente: «El manuscrito de nieve» y «El manuscrito de piedra». En esta ocasión, el autor de «La Celestina» buscará quién ha matado al bufón.

–¿Cree que en España se conoce a Fernando de Rojas y su obra como se merece?

–La mayoría lo relaciona con mis novelas (ríe). Lo digo de broma pero no del todo. No sé qué pasa en este país con los clásicos. Es como si en la Enseñanza Secundaria vacunaran a los alumnos contra ellos, nadie quiere leerlos y encima se jactan de no haberlo hecho. No se siente la necesidad de coger «La Celestina» y «El Quijote». Cervantes, inevitablemente, es más conocido porque está más visualizado y su fama es universal. En el caso de Rojas, si lo mencionas tienes que añadir que es el autor de «La Celestina» para que alguien sepa quién es. Una de las funciones de la novela histórica es, precisamente, divulgar la historia, la cultura, la vida y la literatura. Además, mostrar que los personajes son de carne y hueso, humanos. Y tener empatía con ellos. En este libro he intentado rescatar del olvido la figura del bufón, por lo menos a los de la clase que pertenece Francés de Zúñiga. Él podía burlarse de toda la corte e incluso del emperador, delante de él, porque decía la verdad aunque todos lo tomaban por loco. Un personaje como él protagonizaría ya varias obras de teatro y novelas si hubiese nacido en Inglaterra. Shakespeare podría haberlo hecho porque «Francesillo» está en la misma línea que Falstaff. Sacar del olvido a esas figuras y a los que supone que son conocidos.

–La historiografía se deja llevar por los protagonistas, que eclipsan al resto.

–Efectivamente, y aquí tenemos un caso muy particular, que es el del bufón del rey, que ha quedado silenciado.He leído muchos libros sobre Carlos I y no sale, ni tampoco en la serie de TVE. Los secundarios pueden tener bastante relevancia, e incluso más que los protagonistas, que ya están demasiado trillados.

–A usted, Fernando de Rojas le ha dado ya para tres libros.

–Mi intención era hacer un cuento en la línea de otros que he hecho de personajes literarios, pero el personaje tiró de mí, y en seguida se convirtió en una novela. En principio iban a ser solo tres que se desarrollan en Salamanca. Pero en esta última la cosa al final queda abierta. Hay un vacío entre las dos etapas más conocidas dela vida de Rojas, su juventud y su final, y quedan muchos casos posibles por resolver, como la muerte de Felipe El Hermoso.

–La Universidad de Salamanca ocupa un papel importante en la novela, y usted es profesor allí. ¿Cree que es correcta esa tendencia a pensar que el mundo universitario ha rebajado bastante el nivel respecto lo que pretendía en su origen?

–Creo que en aquella época los estudiantes ni estudiaban ni iban a clase, sino que salían de fiesta, porque existían reglamentos que regulan eso y, por el mismo motivo, se intentaba sacar los burdeles de las ciudades. Había una figura interesante, la del capigorrón, un joven que hacía de criado de otro alumno pudiente y a veces aprovechaba para estudiar porque asistiendo a las clases en lugar de sus amos que estaban por ahí. Entonces, como ahora, el nivel dejaría mucho que desear. En esta novela hablo de la biblioteca de la Universidad de Salamanca, que es muy importante, sin embargo, creo que en el siglo XVI no había posibilidad de tantos libros como creemos y muy poca gente podía entender los que había. Sí que iban a robarlos para gastar el dinero en juego y vino, por eso los ataban con cadenas. Los que estudiaban pertenecían a la élite y de ahí salían después los administradores y los políticos. Hay que desmitificar el mundo universitario de aquel tiempo.

–En la novela, el poder político contra la universidad, ¿la historica continúa?

–En ese momento el imperio ya quería poner la universidad a su servicio, poniendo en juego su independencia. Lo bueno de conocer la historia es ver como hay cambios pero sólo en las apariencias, en las tecnologías, en los medios... Lo sustancial no varía, pero cada época tiene sus particularidades. De ahí la visión escéptica pero sin dramatismo, con cierta sonrisa irónica, que hay en la novela. El poder sigue siendo lo mismo, únicamente cambian las formas, y sobre todo, los nombres, porque así se oculta la continuidad.